CUANDO VI CÓMO LA SACABAN DE CASA me di cuenta de que aquello no era lógico. Yo no quería que se la llevaran, pero ¿quién soy yo? De nada me sirvió protestar. Aun así, no estaba dispuesto a dejarla sola en manos de estos desconocidos, y salí tras ellos. La metieron por la puerta de atrás en un extraño vehículo y arrancaron. Los perseguí por las calles a pie, corriendo, con la lengua fuera. Llegaron a un edificio inmenso, la sacaron de la furgoneta en camilla y la metieron a toda prisa por la puerta de Urgencias. No me dejaron entrar, así que me senté dispuesto a esperarla allí el tiempo que hiciera falta. Entonces oí a alguien decir que un padre había matado a sus dos hijas pequeñas y luego las había tirado al mar. ¡Un perro!, escupió. Protesté para mis adentros: ¿Cómo que un perro? ¡Dirás un monstruo! ¡Un perro soy yo, y ni se me ocurre abandonar a mi dueña un segundo!