NO RECORDABA HABER DORMIDO NUNCA TAN BIEN. Se despertó relajado, en paz consigo mismo. Repasó mentalmente su agenda: no había nada ni urgente ni importante que hacer; a diferencia de la semana pasada, cuando tuvo que despedir a cuatro de sus más valiosos trabajadores, perdió una fortuna en la Bolsa y se enteró de que su hijo único había decidido marcharse a vivir la vida y desentenderse de la empresa familiar. Las desgracias se le acumularon en un dolor que le punzaba la nuca. Pero la noche lo había apaciguado disolviendo por completo sus angustias y tensiones. Salió a la terraza, se sentó en el banco e inspiró profundamente la brisa de la mañana de julio, que lo bendijo con sus aromas de piscina y verbena. Abrió el periódico y empezó a ojearlo. Las mismas noticias del último año y medio: pandemia y política. Todo igual, hasta que llegó a la página 17. Allí estaba su esquela.