TODOS LOS JUEVES que puede pagarla viene a visitarlo Vanesa. Cuando la ve entrar con la mirada baja y su sonrisa forzada, le arrebata una sensación de superioridad. No está orgulloso de ello, pero tampoco se avergüenza de recrearse en el placer secreto de una cierta dominación. Quizá porque es él quien paga y ella la que le presta sus servicios con una amabilidad fingida. Los dos saben que está allí porque es madre de tres hijos y no le queda más remedio que hacer de tripas corazón. Corresponde amable a su tímido saludo, faltaría más; pero no es una ceremonia entre iguales, por mucho que él se empeñe en aparentarlo. Mientras ella se cambia, él ya se ha duchado y ha terminado de vestirse. Una vez en el rellano, se jura otra vez que se acabó, que no volverá a sentirse como un chulo de putas cada vez que ella viene a limpiarle la casa. Le dará de alta en la Seguridad Social.