SOMOS NIÑOS, QUÉ QUIERES, nos gusta llamar a los porteros automáticos solo por molestar y luego salir corriendo. Aunque hoy, después de tocarle las narices al vecino de turno, me he parado a preguntarme a quién estaríamos incordiando. Nunca antes me lo había planteado, y he empezado a imaginar. Quizá el que está arriba sea un padre viudo con tres hijos más pequeños que yo. Incluso podría ser yo dentro de cuarenta años. Más aún, estoy completamente seguro de que soy yo con cuarenta y nueve años, yo solo con mis tres hijos, yo viudo intentando dormir a los mellizos, que berrean cada vez que suena el puto portero automático. Y maldigo mil veces al niñato de abajo, que también soy yo, yo de chico pulsando una y otra vez el telefonillo de la nostalgia de aquel tiempo lejano, cuando ella aún vivía y éramos felices jugando en pandilla a llamar al portero y luego salir corriendo.