MI SUFRIDO, IGNOTO Y SOLITARIO lector: He acudido a esta cita contigo casi todos los últimos doscientos domingos. A cambio, tú has venido cuando te ha dado la gana, como debe ser, porque yo propongo y tú, dios de tu tiempo y de tus apetencias, dispones. Cada semana de estos cuatro años que te has dignado venir a mí, te he dado la bienvenida conteniendo la alegría desbordada de los minoristas que no se comen una rosca. Hoy alcanzo los dos centenares de cuentos, o como quieras llamarlos, y debo reconocer que ya no me quedan cartuchos en la recámara para seguir disparando esos giros de último momento típicos de esta columna, así que ha llegado la hora de decir adiós. Gracias por tu paciencia y tu cariño, gracias por tus elogios, con los que siempre has hecho de mí lo que quieres. Porque, hay que ver qué labia tienes, ladrón… Bueno, venga, vale, va. Hasta el domingo que viene.