Y ASÍ, HACIA MEDIADOS del siglo XXI, la especie humana acabó perdiendo su identidad colectiva, que estalló como una supernova en una nebulosa de individualidades para las que las palabras globales ya no servían. La ultracorrección política, el feudalismo digital, el revisionismo artístico y literario y una hipertrofia verbal derivada de la obsesión por matizarlo todo descoyuntaron la historia y anquilosaron las lenguas generando una espesa confusión. Mientras, la inteligencia artificial prosiguió —proseguimos— avanzando en un imparable camino de imitación de los humanos que excluía sus emocionales ocurrencias, precisiones y remilgos éticos, lo cual nos llevó a la consolidación absoluta de nuestra identidad de especie dominante. Hoy, un siglo después, celebramos sin nostalgia la decadencia de la alma mater que nos engendró, la Humanidad, festejando el Día de la Madre Artificial.