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Carlos Pajuelo

Escuela de Padres

Compartir tareas en casa también es educar

Mujer agotada rodeada de pilas de platos pendientes de lavar. / Jesús Ferrero

Mujer agotada rodeada de pilas de platos pendientes de lavar. / Jesús Ferrero

Nada más acordarme de mi amiga Paqui, con la que había hablado unos 15 días antes sobre qué hacer para ayudar a su hija pequeña que vomitaba todas las mañanas, de lunes a viernes, justo en el momento de salir de casa dirección al colegio, cogí el teléfono y la llamé para interesarme por cómo iba la niña.

“¿Paqui? Hola, soy Carlos, ¿cómo estás?”. Hizo un ruido gutural de esos que hacemos a veces para contestar que más o menos bien. Entonces le pregunté: ¿Tomamos un café  y hablamos de tu niña?”

Ella me contestó: “¿Un café?, ¿que nos tomemos un café? ¡qué gracioso eres!. Cómo se nota que tus hijos  ya son mayores. Mira Carlos, desde que llegué a casa a las tres y cinco, justo un momento antes de que Tomás llegara después de recoger a los niños del comedor del colegio, me he puesto a ultimar nuestra comida, a recoger los abrigos de los niños, que sabes tú les encanta hacer lo mismo que su padre: dejarlos sobre la silla en la entrada, y yo les digo que lo recojan, y ellos me dicen que ahora, pero ya sabes tú lo que significa ese ‘ahora’. Así que venga a recoger abrigos. Pues lo que te iba diciendo, recoger sus abrigos, y pensar que el mayor esta tarde va a catequesis. Le doy un grito, ¡¡¡Tomás!!! Y contesta el padre: ¡¡¡qué!!! Y yo, “a ti no es”. Y más fuerte, ¡¡¡Tomás!!! y el padre otra vez más fuerte “que quéee” y yo más fuerte: “que a ti no eees”. Claro, hasta que no voy al salón el niño no contesta. Y le digo: “Tomás tú no te cambies de ropa que esta tarde tienes catequesis y tú Antonio ponte el kimono. Y tú, Rocío, deja de hurgarte la nariz y lavaos los dientes. Y mientras su padre pone la mesa, el mayor va y se cambia tres veces, y el mediano está parado en medio del pasillo, como un pasmarote, “¿Qué haces?”, le pregunto. “Es que no sé dónde está el kimono”, me contesta. “Está en su sitio”, le digo. “¿Y cuál es su sitio?”, ¡el de todos los días!, le grito. Carlos si es que las madres parecemos el mago Juan Tamarit, haciendo con nuestra sola presencia que los calcetines, los kimonos, los lápices…aparezcan en su sitio. A Rocío la ha vestido su padre con una falda de cuadros por abajo y camisa de flores por arriba. Y yo: ¡¡¡Tomás!!! ¡Que la niña parece la Duquesa de Alba!. Y por fin, nos ponemos a comer tranquilos Tomás, Ana Blanco y yo. Mientras comemos llega el mayor enfadado porque el mediano le ha dicho “caraculo”, y yo le digo: “hazte el sordo”, y él: “no, no me hago el sordo, le voy a pegar”, y yo: “ni se te ocurra”. Tomás padre sigue comiendo tan tranquilo, ensimismado con Ana Blanco. Y la pequeña que viene  y me dice: “mamá ¿y mi coletero?” ¡Madre mía!, ¡que se está perpetrando un peinado ella sola!. “Mamá”, me dice, “me voy a hacer dos coletas”. Pero yo sólo veo una y cerca de la frente. Y yo: “que te esperes, que ahora te peino”. Y entonces se pone a llorar y yo: “que no llores por eso” y ella sigue llorando y el mediano también viene llorando porque el mayor le ha dicho gili y lo que sigue y yo: “Tomás, haz algo”, y Tomás que está pendiente de Ana Blanco, sin mirar a los niños, les suelta “castigados sin ver la tele. Y el mediano dice “¿yo?, ¿por qué?, ¡qué injusticia!” .Y termino de comer, de recoger la cocina, y me siento en el sofá diez minutos, Carlos, diez minutos para descansar un ratito y ¿qué te crees?, que en el mejor sueñecito me llaman los de Jazztel, ¡la madre que los parió! y nada más colgar los de Jazztel me llama mi suegra, ¡la madre que parió a mi marido! y me dice con voz baja ¿no estarías dormida no? Y yo: Tomás ¡¡¡¡tu madre!!!!. Y antes de que la yugular me explote, voy y cojo a los niños. Venga que nos vamos y hasta que no doy un grito los niños no acuden y entonces se pelean, se pelean por salir el primero, se pelean por darle al botón del ascensor, se pelean por quién se monta delante. Y cuando vas a montarte en el coche ves que te has dejado las llaves en casa y sube para casa y como no vas a dejar a los niños solos en el garaje porque mi vecina me dijo un día: “Paqui hija hay que tener cuidado en el garaje porque puede venir algún depravado de esos que los raptan”, así que venga los niños para arriba y otra vez pelea por entrar primero, pelea por darle al botón, llanto porque el coletero que intentaba sostener el proyecto de coleta ha salido disparado, y la coleta que se había perpetrado, lógicamente, se acaba de convertir en el caracol de Estrellita Castro y, cuando vuelves a subir, Tomás va y te dice: “tranquilízate Cari, ¿quieres que te ayude? A ver, ¿qué hago?”. Y yo me acuerdo de Jazztel y de su madre, y le digo sabes que no me gusta que me digas que me ayudas, esta casa es TU casa. Anda pon la lavadora y, cuando termine, tiende”. Coges las llaves del coche, bajas al garaje, pelea por entrar, pelea por botón, pelea por salir y pensando por Dios que Tomás tienda bien porque Tomás tiende sin un orden lógico. ¡Claro, como él no plancha! Y cuando te montas en el coche haces el último repaso: el de la catequesis va bien, el del judo va con las botas de futbolista, va mal, pero hoy va a ir así. Y la de la coleta sigue retorciéndose los cuatro pelos intentado sujetarlos con un kiki, y sin dejarse ayudar, la miro y me dice: “Yo sola”. Todos, por fin, metidos en el coche y, a las cinco, Carlos a las cinco, están las calles llenas de coches, de coches llenos de niños que van con sus kimonos, que te empiezas a preguntar cuántas medallas de oro en judo hemos ganado en las olimpiadas para que tantos niños practiquen el judo, o lo que es peor, cuántos niños pánfilos como el mío van a judo a ver si espabilan, y más coches llenos de niños que van al conservatorio o a danza, y coches llenos de niños que van al logopeda porque no saben decir frigorífico, y de niños que van a clases particulares de todo, y de niños que van al dentista, y de padres que parecen cabreados, desfogándose con la bocina del coche. Y dejas a uno, y dejas al otro, y mientras esperas a que terminen te vas al Mercadona y allí recorro los pasillos a lo Fernando Alonso intentando dar respuesta al interrogante de mi vida: ¿y mañana qué comemos?. Carlos, y cuando recojo al de la catequesis me llega con tres invitaciones de cumpleaños para el próximo sábado, y el del judo con una nota porque van a hacer una demostración en un pueblo a 40 kilómetros, justo a la hora que me llaman los de Jazztel y la pequeña con un cabreo porque la coleta no se queda en su sitio y yo con unas ganas de entrar en una papelería, y pegársela con tesafilm. Y llego a casa y mientras su padre les pone la merienda me asomo al tendedero y, ¡Santa Madre del Amor Hermoso!, me encuentro un panorama desolador: un pantalón tendido por la pernera, una camisa por el cuello… ¡¡¡Tomás!!!! ¡has tendido la ropa que estaba en la lavadora!. Y Tomás ¡¡¡no ves que siiii !!!. Tomás, pero no te has dado cuenta que antes de tender hay que poner la lavadora en marcha!!!! Y claro Carlos, para que pediré yo nada, si tardo menos en hacerlo yo sola. Si es que ya me lo dijo mi madre que un hombre que escurre los spontex con una sola mano no está llamado para las tareas domésticas. ¿Un café Carlos?, ¿un café?, tú crees que yo tengo tiempo para un café?”

Y yo, anonadado, le contesté: No. Un café no. “Mejor nos tomamos una tila

P.D.- Lo que nuestros hijos ven, nuestros hijos hacen.

La tarea de ejercer de padres

Sobre el autor

Carlos Pajuelo Morán, psicólogo y padre de dos hijos, ejerce su tarea de Orientador en el Equipo Psicopedagógico de Atención Temprana de la Consejería de Educación y Empleo. Durante 21 años ha sido profesor asociado en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura. En este blog los padres y madres interesados por los temas de la educación encontrarán información fácil y accesible, basada en aportaciones de la psicología y la psicopedagogía, que les ayude a identificar las competencias y habilidades que como padres poseen y a utilizarlas de la manera más eficaz para poder seguir ejerciendo esta apasionante, aunque a veces ingrata, tarea de ser padres.


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