Luisa y Andrés son los padres de Álvaro, un chico de 13 años. Me comentan que, desde hace unos pocos cursos, vienen notando que su hijo presenta un desinterés, una apatía, un desanimo que comenzó relacionado con las tareas escolares, pero que ha ido extendiendose paulatinamente a otras actividades de la vida diaria de tal manera que presenta una actitud “pasota” frente a casi todo.
Cuando vemos a nuestros hijos apáticos, desanimados, faltos de interés, nos preguntamos ¿cómo se puede motivar a los hijos?
El concepto motivación hace referencia a las razones personales que guían nuestras actividades hacia la consecución de una meta. La motivación, por lo tanto, surge del interior de las personas, es tarea de nuestros hijos que la desarrollen.
Si los padres pudiéramos motivar a nuestros hijos, todas las mañanas al levantarse les daríamos una arenga del tipo: “¿Quién va a aprender hoy todo lo que le enseñen?” “¿quién va a disfrutar de todo lo que le enseñen?”, “¿quién va a recoger su cuarto?”
Y nuestros hijos respondiendo en voz a alta cada una de estas preguntas “¡¡¡Yo, papá, yo mamá!!!” y así, nuestros hijos no verían la hora de ir al colegio o al instituto, contentos y felices porque van a aprender las cordilleras ¡A que no! A que va a ser que vamos a necesitar algo más. Si los padres pudiéramos motivar a nuestros hijos no estaríamos leyendo este post.
Los estudios que se han realizado para determinar de qué depende que los hijos o los padres nos esforcemos por aprender, o lo que es lo mismo, de qué depende que nos sintamos motivados por aprender, por hacer cosas nuevas, han constatado que la motivación está en relación con una serie de factores que, a su vez, están relacionados entre sí:
El primero es determinar qué es lo que hay que hacer/aprender. Has visto que cuando tus hijos quieren aprender algo, por ejemplo a montar en bici, les resulta mucho más fácil, ponen más empeño y se sienten más satisfechos que si somos los padres los que nos empeñamos en enseñarles a que aprendan a montar en bici.
En la vida real padres y profesorado les decimos a los hijos lo que tienen que aprender, qué es lo que tienen que hacer y, quizás los padres y los profesores, deberíamos intentar que nuestros hijos hicieran suyos esos aprendizajes, y no que los entendieran como algo que no va con ellos.
En segundo lugar, establecer qué consecuencias tiene conseguir o no conseguir hacer o aprender algo. Para motivarnos es necesario también poder establecer las consecuencias que nos puede acarrear aprender o no determinadas cosas.
Los hijos, cuando son pequeños y adolescentes, tienen dificultad para establecer estas consecuencias mientras que los padres tenemos excesiva facilidad para anticipar consecuencias negativas de las conductas de nuestros hijos.
En tercer lugar, reconocer cuánto me va a costar hacerlo / aprenderlo. Esforzarse en conseguir hacer o aprender algo tiene su coste, su fatiga, tiempo que hay que dedicarle, dificultades que surgen durante el proceso, cosas a las que hay que renunciar o dejarlas para otra ocasión. Ignorar las dificultades es lo que hace que se dejen muchas cosas nada más comenzar a hacerlas.
En cuarto lugar, reconocer mis expectativas y mis capacidades: ¿Podré hacerlo / aprenderlo? La motivación, además de necesitar que uno sepa qué es lo que tiene que hacer, de saber las consecuencias positivas que le puede acarrear ,y del esfuerzo que se debe hacer, para alcanzarlo está mediatizada por las expectativas: ¿podré yo alcanzar esas metas?, ¿tendré capacidad?, ¿tendré habilidades?
De nada sirve tener interés por aprender algo, por hacer algo, si yo creo que no podré nunca aprenderlo ni hacerlo. El mayor lastre que tenemos las personas es que creamos que no podemos hacer o aprender algo porque, en ese mismo momento, dejamos de intentarlo.
¿Quieres motivar a tu hijo? Pues entonces ACTÚA, PIENSA Y VIVE como una persona motivada.
Los padres somos modelos, los mejores modelos. Así que ¿cómo van nuestros hijos a sentirse motivados por hacer cosas, por aprender cosas, si los padres nos desmotivamos fácilmente? Yo te animo a que trabajemos nuestra propia motivación, a que nos sintamos motivados por la tarea de educar: así nuestros hijos podrán ver qué es eso de estar motivado.
Padres educando, que se mantienen constantes porque saben qué es lo que quieren conseguir. Y te recuerdo que el que lo tiene que saber eres tú como padre o como madre porque nosotros somos los que educamos.
El objetivo de educar es dotar a nuestros hijos de herramientas para que puedan hacer frente a las demandas que la vida nos presenta cotidianamente. Ese es el faro que guía nuestra acción. Sabemos qué queremos.
Padres que comprendemos que la meta de la educación, la satisfacción de educar, no viene dada porque nuestros hijos “sean buenos” y no hagan nada que nos preocupe, sino porque tenemos la certeza de que educar es enseñar a nuestros hijos a utilizar las herramientas que se necesitan para vivir en sociedad, y esa es la mejor herencia.
Padres que sabemos que educar a hijos tiene sus costes, y ¡menudos costes!, que se pasan días y noches difíciles, que querer tanto a los hijos acarrea miedos y sufrimiento. Pero ¿quién dijo que esto fuera a ser sencillo? A pesar de esas dificultades, de esos costes, aquí estamos, día tras día dispuestos a la lucha, a veces con ojeras, a veces tristes, a veces preocupados, pero siempre dispuestos a educar a nuestros hijos. Contra viento y marea.
Padres que, para educar, confiamos en nuestras capacidades. Cómo vamos a educar a nuestros hijos si creemos que no sabemos, no podemos.
El primer post de este blog, lo titulé “Sí, podemos” por una sencilla razón, porque sentirse competente para educar a los hijos es fundamental para educar. El miedo paraliza.
Además de tener buenas expectativas como padres debemos de sentirnos también seguros de que tenemos los conocimientos y las herramientas para hacerlo. A veces hay que buscar ayuda. Si lo necesitas, hazlo. Pero no olvides que nadie mejor que un padre o una madre para educar.
¿Quieres hijos motivados? actúa como un padre motivado. Siente como un padre motivado, y vive como un padre motivado. Claro que no es sencillo, claro que no es fácil, pero si te muestras motivado irradiarás motivación.
Padres y madres motivados, esos son los que saben motivar.
Para saber más: “Motivar en la escuela, motivar en la familia”, del profesor Jesús Alonso Tapia.