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Carlos Pajuelo

Escuela de Padres

Para educar hay que confiar

Para confiar, hay que mantener los ojos abiertos.

Para confiar, hay que mantener los ojos abiertos.

El problema que tengo es que no puedo confiar en mi hijo. He perdido la confianza en él y  mira que le he dado oportunidades, pero nada, una vez tras otra vuelve a fallar, a cometer los mismos errores. Y yo ya no se qué hacer porque lo de este chico no es normal, no tiene solución.  Discuto con mi mujer porque ella enseguida se hace ilusiones de que cambia para bien, y no se da cuenta de que lo que hace es engañarnos y engañarse. Estoy desesperado.” Esto es  parte del correo que me envió José Luis, pero estoy seguro que esto mismo lo pueden estar pensando en este momento algunos de mis lectores.

Si existe una herramienta necesaria para ejercer la tarea de educar esta es la confianza. Una herramienta tan necesaria como “delicada”, porque la confianza es fácil de perder y, una vez que se pierde, cuesta trabajo volver a encontrarla.

Para poder dar confianza a los hijos hay que tener confianza en los hijos. Tener y dar la  esperanza de que puedan conseguir  lo que desean y para ello hay que creer que los hijos han desarrollado o pueden desarrollar las competencias necesarias.  Confiar como herramienta educativa consiste en creer que nuestros hijos podrán gestionar su vida porque han aprendido todo lo que les hemos enseñado para ello.

¿Cómo confiar en los hijos?

Con los ojos abiertos. Los padres debemos de confiar pero no deberíamos “chuparnos el dedo”. No se trata de decir: “¿Mi hijo?, Mi hijo eso no lo hace”. Confiar no es esperar que nuestro hijo siempre se va a comportar como nosotros creemos que debe de comportarse.

Confiar a no es un acto de fe ciega en los demás, sino la simple constatación de que tenemos seguridad en nuestra manera de actuar/educar. Y muchos padres se preguntarán, pero ¿cómo voy a confiar en este insensato de hijo que tengo?  Y yo te contesto con un ejemplo: si tu hijo perdiera sangre, le pondrías una transfusión. No dirías pero ¡para qué le voy a poner sangre a este insensato si la va a volver a perder!  Pues la confianza es como la sangre,  necesaria para poder vivir.

Mientras educamos siempre es posible que nuestros hijos se equivoquen. La confianza reside en que cuando nuestros hijos se equivocan, aparte de aplicarles las consecuencias, les animamos a que se pregunten qué podrían haber hecho para evitar esa caída, y les hacemos ver que confiamos en que ellos sabrán buscar la respuesta apropiada la próxima vez. Y la siguiente. Y otra más. Y más. Los padres no nos podemos permitir el lujo de tirar la toalla.

Transmitiendo esperanza. Esperanza en que las dificultades que nuestros hijos puedan experimentar en su desarrollo no tienen su origen en que ellos no saben o en que son incompetentes,  sino en que equivocaron la elección. Esperanza significa que, al caerse, no se van a quedar en el suelo, sino que caerse es una importante razón para volver a levantarse.

Los padres que confían en lo que hacen trasmiten confianza. Muchos padres que educan a sus hijos estupendamente no tienen la confianza suficiente en lo que están haciendo, y por eso entran en un estado de desánimo.  Son ustedes unos padres competentes, se lo digo yo que de esto entiendo algo, y sí , claro que hay padres con “el papo mu gordo”, pero la mayoría de los padres están por la tarea de educar, y por eso leen este blog.

Los padres competentes también tienen hijos que, a veces, o por temporadas, se comportan como unos verdaderos “modorros”. Y cuando nuestros hijos modorrean es cuando más necesitan que los padres no perdamos la confianza (Robert Louis Stevenson  pone en boca del Dr. Henry Jekyll la frase “Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite”), así que confía en ti, en tu pareja, en tu familia, en tus amigos, en los maestros  y sobre todo en tus hijos.

¿Por qué es necesario  confiar?

 Hodding Carter, periodista y padre escribió:  “Sólo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas”. Las raíces profundas son todas y cada una de las cosas que enseñamos a nuestros hijos mientras les educamos, y las alas son la confianza en que nuestros hijos, que conocen esas enseñanzas, harán uso de ellas.

La confianza en los hijos es una ayuda fundamental para el desarrollo de su autoestima. Qué tipo de autoestima podrá configurar un niño o un adolescente que sólo recibe información negativa sobre lo que él es (y no sobre lo que él hace).  Confiar da alas. Pero recuerda que, al comenzar a volar, es fácil cometer errores.

Ah! y que no se te olvide, creer y confiar en los hijos no está reñido con el control y la supervisión porque para aprender a volar hace falta una mano suave y  firme por si llegan las turbulencias.

¡Orgullo y confianza!

La tarea de ejercer de padres

Sobre el autor

Carlos Pajuelo Morán, psicólogo y padre de dos hijos, ejerce su tarea de Orientador en el Equipo Psicopedagógico de Atención Temprana de la Consejería de Educación y Empleo. Durante 21 años ha sido profesor asociado en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura. En este blog los padres y madres interesados por los temas de la educación encontrarán información fácil y accesible, basada en aportaciones de la psicología y la psicopedagogía, que les ayude a identificar las competencias y habilidades que como padres poseen y a utilizarlas de la manera más eficaz para poder seguir ejerciendo esta apasionante, aunque a veces ingrata, tarea de ser padres.


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