“Carlos: tengo 37 años y tres hijos, el mayor de 14 años y los otros de 12 y 6. Mi hijo el mayor actúa como si fuera el cabeza de familia, y continuamente está haciéndonos a su padre y a mí consideraciones respecto a nuestra forma de educar a él y a sus hermanos. Pero si esto no fuera poco, intenta controlar nuestras salidas, nuestras amistades, (con quién hablas, sabe papá/mamá que hablas con esa persona, a qué hora vas a volver, anda qué bonito tu por ahí de juerga y tus hijos en casita, etc. son las lindezas que suelta). Tiene la habilidad de hacernos sentir culpables y por ello se está generando un mal ambiente en casa porque actúa como un pepito grillo de la rama de los cotillas. El otro día su padre le dijo que en casa mandaba él, a lo que mi hijo le contestó, “así nos va”.
¿Cómo podemos actuar con un hijo que se cree que es el que manda?
Si, ya sé que a muchos de los que estáis leyendo esto os están entrando ganas de aventarles un sopapo al niño y los más radicales a sus progenitores, pero ya sabéis cual es mi opinión al respecto.
Es verdad que a veces nos encontramos con hijos que asumen unos roles que no les corresponden e intentan ser el padre/madre de sus hermanos, el marido o esposa de sus padres, y algunos hasta el padre de sus padres. Unos controladores que discuten con sus padres los temas de organización de la casa, de educación de tú a tú, como si fueran unos iguales.
¿Qué hacemos con los hijos que padecen el síndrome del ‘niño-mandón’?
Ya se que te han vuelto a entrar otra vez ganas de dar otro sopapo…pero no, créeme, un sopapo no es buena idea.
Los padres educamos “aquí y ahora”. Eso quiere decir que educamos en un momento que es el presente, y el presente no es el pasado, así que olvídate de eso de “anda que yo le iba a decir eso a mis padres, en mis tiempos…” ¿No te huele eso a naftalina?.
Estamos en tiempos donde una imagen vale más que cien palabras, donde las conductas de los padres, lo que hacemos los padres, lo que ven los hijos, eso es cómo educamos.
Los padres no deben ser jefes que manden “porque lo digo yo que soy tu padre”, sino líderes que influyan. ¿Lideres que influyan? ¿Y eso qué es?, te estarás preguntando
Ser líderes para nuestros hijos no es más ni menos que ser modelos positivos de comportamiento para nuestros hijos. No se trata de decirles a los hijos quién es el que manda aquí, sino que los padres se comporten de tal manera que quede claro quién manda aquí.
La autoridad de los padres se mide fundamentalmente por la firmeza de nuestras convicciones a la hora de educar, por la seguridad que nos da saber el rumbo hacia dónde vamos. Para saber ejercer la autoridad eficazmente, hay que saber influir.
Nuestros hijos tienen su personalidad, su forma de ser, y cuando uno está forjando su personalidad tiene mucha curiosidad por saber cuáles son sus límites y una buena forma de establecerlos es desafiando, echando pulsos, una manera de decir aquí estoy yo. Pero cuando los hijos hacen eso, necesitan unos padres que también les digan con firmeza “aquí estoy yo”. Los límites los ponemos nosotros, esa es nuestra tarea.
Cuando se metan en asuntos que no son de su incumbencia, por ejemplo, creo que mejor que decirles “eso a ti no te importa”, “son cosas de mayores” dicho además con un tono de fastidio, es mejor, de entrada, ignorarlos, un poco de sordera transitoria es manita de santo para los padres.
Si nos mostramos irritados cuando se comportan así le estamos enseñando cómo pueden irritarnos. Si ignoramos esas conductas es más probable que éstas disminuyan. Posteriormente, ya habrá momentos para irles enseñando qué es eso del “respeto”, y a conjugar el verbo respetar (de esto hablaremos en otro post).
A aquellos hijos que se permiten el lujo de decirles a sus padres que no les gustan sus amistades, simplemente hay que contestarles, “pues a mí me encantan” y si quieres añadir un “y tú más” (que más o menos viene a significar: ¡toma!)
Los hijos con el síndrome “niño-mandón’ muchas veces lo que nos están dando es un grito desesperado de temor, el miedo a no ser aceptados y reconocidos. Un miedo muy común en los seres humanos.
¿Quién manda en tu casa? Tú, ¿no?Pues entonces qué importa que otros crean que mandan en casa.