La tarea de educar es a veces agotadora. Fotografía de Esther Cossio (http://instagram.com/esthercossio)
Hija, déjame que te explique por qué bostezo.
Antes de que tu aparecieras en nuestra vida igual que aparece un trueno después de un relámpago, como una ansiada cuenta atrás, como el mejor de los deseos concedido por una estrella fugaz, los segundos, las horas, los días, semanas y meses solo nos servían como parámetros para organizar nuestra vida.
Cuando te asomaste a nosotros se rompieron los calendarios y relojes y el tiempo dejó de ser aquel espacio en el que discurría nuestra vida para convertirse en el escenario donde vas creciendo.
Eres lo mejor que nos ha pasado, aunque durante tres años no supimos qué es eso de dormir ocho horitas, ¿ocho? Ni la mitad.
Eres lo mejor que nos ha pasado, aunque no podíamos dejarte ni un instante sola porque bajo esa carita angelical crecía una mezcla de zipi y zape con mucha curiosidad y sin la más mínima idea de lo que era el peligro. Delegaste en nosotros la tarea de ser tu colchoneta, tu red, los vigilantes a jornada completa.
Eres muy zalamera pero cuando enfermas te desovillas de tal manera que nos da miedo que se te olvide hasta respirar.
Cuando nos llaman del colegio y nos dicen que no estudias, que no haces las tareas, que contestas, nos preocupa hasta dónde llegará el límite de tu osadía.
Cuando sales con tus amigas y llega la hora del regreso y no has aparecido, nos asustamos.
Cuando la vida te sacude un bofetón porque un carajota te ha roto el corazón, nos duele tu dolor.
Cuando te desesperas porque el mundo es un asco lleno de injusticias y te vuelves paladín de las causas perdidas, sonreímos.
Cuando coqueteas con las drogas o el alcohol nos invade el miedo y más aún cuando tu arrogante seguridad intenta tranquilizarnos.
Cuando los pájaros anidan en tu cabeza, intentamos ser un faro al verte “desnortada”.
Pero siempre, vayamos cuesta arriba o vayamos cuesta abajo, vamos viviendo sin mirar atrás.
¿Sabes? Es muy difícil sentirse un buen padre cuando uno además de conocer su egoísmo, limitaciones y carencias, es señalado por los demás cada vez que su hijo se equivoca.
Desde el momento en que llegaste y movidos por el amor que nos inspiras comenzamos esta ardua tarea de educar y no olvides que en todos y cada uno de esos instantes, los buenos y los malos, TE EDUCAMOS, NO DEJAREMOS DE EDUCARTE, nos esforzamos con aciertos y equivocaciones y cuando desfallecemos, nos desesperamos, maldecimos, nos basta con pensarte y en ese instante nos vienen unas fuerzas que nunca imaginamos poseer que nos permiten seguir y no arrojar la toalla. Un esfuerzo que agota, un cansancio físico y mental, un esfuerzo en el que tu madre y yo vamos gastando la vida.
Por eso a veces estoy cansado, agotado y entonces me apoyo en un poste y con la mirada perdida bostezo. Pero este bostezo, querida hija, no significa que esté ni aburrido, ni hambriento y menos aún desesperado.
Este bostezo solo significa: Que te quiero. ¡Cuánto te quiero hija!