A estas alturas, a la mayoría de los hogares españoles ha llegado la noticia sobre la última encuesta de la OCDE en la que se dice que España ocupa el 4º puesto en el ranking de tiempo que dedican nuestros hijos a realizar los deberes escolares. Yo, cuando leí los resultados de esa encuesta, me fijé en que nuestros envidiados escolares finlandeses y coreanos del norte ocupan los últimos puestos de este ranking, así que lo primero que se me ocurrió pensar es que los deberes no sirven para mucho. Luego, un poco menos impulsivo, me dije que dedicar mucho tiempo a realizar deberes no correlaciona con buenos resultados académicos.
Y es que las encuestas crean estupendos debates en los que muchas personas hablamos de lo que no sabemos, sino de lo que creemos que sabemos. Hay encuestas de todo, y para todo tipo de debate. La verdad es que esta encuesta de las tareas escolares que se hacen en casa me hizo pensar en una encuesta que hubo en el año 2012, sobre Actividad Sexual en la que se decía que los españoles éramos los terceros en Europa más satisfechos con su vida sexual, por encima de finlandeses, ¡toma!, y es que parece que en lo del tiki-taka somos unos fenómenos.
Claro que ahora, una vez leída la encuesta de los deberes escolares, me temo que esa encuesta de la “satisfacción con la vida sexual” es mentira, porque si los niños españoles dedican, de media, 6 horas y pico semanales a las tareas escolares eso quiere decir que sus padres también y, querido padre y querida madre, convendrás conmigo en que estar toda la tarde haciendo los deberes con los hijos te pone, pero te pone de todo menos puesto en “ardor guerrero”.
¿Los deberes sí, o los deberes no? Este país nuestro es muy tremendista, aquí somos de al pan, pan y al vino, vino; de los puntos sobre las íes, de estar totalmente a favor o de estar totalmente en contra. Y este debate de los deberes, como la mayoría de los debates, es un debate ficticio porque los deberes ni son buenos ni son malos en sí, como todo, dependen de la intención, la finalidad, que tengan: buenos para aprender a aprender y menos buenos para reproducir lo aprendido, o peor , lo que ni te has aprendido aún.
¿Por qué hay tantos deberes?
Por un lado, yo creo, porque el currículo escolar de nuestros hijos va bien cargado. Si le das un repaso a todos y cada uno de los libros que compraste en septiembre podrás ver que es muy complicado poder aprender todos esos contenidos en lo que dura un curso. Entre otras cosas, porque además de esa cantidad de contenidos, en este país cada vez que nos enfrentamos a una situación problemática, ya sea de salud, de convivencia en paz, de tráfico, de emprendimiento, de ecología y medioambiente, y de lo que sea encontramos como la solución más rápida: “esto hay que trabajarlo en la escuela, desde pequeñitos”.
De esta manera, en nuestros colegios además de la lengua, las matemáticas, las ciencias naturales, las ciencias sociales, la educación artística, o los idiomas, se trabajan un montón de temas, todos importantes, todos necesarios, pero que ocupan su espacio.
Los deberes surgen pues, como una consecuencia lógica: para poder hacer frente a todas las cosas que hay que aprender en la escuela no queda más remedio que organizar un currículo escolar (que se desarrolla en la escuela), y un currículo casero (que se desarrolla en alguna mesa de tu casa). Con una pequeña matización, el niño que no sigue el “ritmo de la clase”, si no se quiere quedar “descolgado”, tiene que trabajar en casa lo que en la escuela no hace.
Hay niños que no tienen problema, ni en el colegio ni en su casa, con las tareas escolares. Aprenden y parece entonces que todos, padres y profesores lo estamos haciendo genial. Hay niños que tienen problemas, en el colegio y en su casa, con las tareas escolares, no aprenden y parece entonces que todos, padres y profesores, entramos en una guerra para ver quién es el responsable de que la criatura no aprenda.
Por otro lado, hay escuelas y padres que consideran que la cantidad de contenidos que se aprenden son el reflejo de una excelente educación. Aprender-Enseñar a leer lo más pronto posible, aprende-enseñar a multiplicar, sumar, restar, dividir, hacerlo además en dos idiomas o mejor en tres, tocar un poco el violín, robótica, etc.
“¿Qué tu hijo aún no sabe multiplicar? En el colegio de mi niño hace ya dos años”; así que si los padres hacemos la ola a nuestros hijos si les enseñan y aprenden muchas cosas, lo que estamos demandando a los colegios es que manden trabajo, que los niños hagan tareas para que sean académicamente olímpicos: “citius, altius, fortius”, o sea, los más rápidos, los que lleguen más alto, y los más fuertes.
Los deberes son, fundamentalmente, un reflejo más de las diferentes maneras de entender la educación. Por un lado, aquellos que consideran que la educación debe servir para favorecer el desarrollo; por otro, aquellos que creen que la escuela debe favorecer el rendimiento. Los defensores de los deberes utilizan argumentos tan válidos como los que utilizan los detractores. Pero convendrán conmigo que, cuando en casa hay que hacer lo que no se ha hecho en el colegio, tenemos todos, padres, profesores y alumnos, un problema.
Así que, queridos padres y madres, al grito de “haz el amor y no los deberes” , que la fuerza nos acompañe.