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Carlos Pajuelo

Escuela de Padres

Las otras madres coraje.

A tu alrededor hay muchas madres y padres coraje. No los verás ni en la prensa, ni en la tv, pero no son invisibles.

Las imágenes de una madre sacando, a tortazos, a su hijo adolescente de una manifestación en Baltimore, han dado la vuelta al mundo. Madre coraje, Supermadre, madre viral, madre que se ha convertido en la bandera e imagen  de todos aquellos que creen que los padres y madres son omnipotentes y que, por lo tanto, el mundo sería un lugar más habitable con madres como la señora Toya Graham.

A mí me gustaría hablaros hoy de las madres y padres coraje que conozco y que seguro que tú también. Conozco a cientos de madres corajes solas, o junto a sus respectivas valerosas parejas, pero estos no salen en la televisión, ni son trending topic, ni casi nadie habla de ellas.

Ana, que crió a su hija con el cariño con el que la inmensa mayoría de madres y padres  crían a sus hijos. Ana veía crecer a una hija que parecía tener el don de hacer sentir bien a los que la rodeaban, fueran su familia, sus profesores, sus amigas.  Una mañana, casi sin avisar, Ana presenció cómo su hija tuvo que dejar su vida cotidiana aparcada para dedicarse a combatir una grave enfermedad. Allí estuvo Ana, día a día, noche a noche, codo con codo, al lado de su hija, con el coraje con el que madres y padres acompañan a los hijos que se enfrentan a enfermedades de final incierto. Varios años de lucha y después un tremendo vacío. Lucha y determinación que ahora le parecen estériles mientras mira el cuarto vacío de su hija. Ana en silencio, está aprendiendo ahora a tener coraje para vivir con el corazón, los huesos y el ánimo hecho jirones, a la espera de que las hojas del calendario le den un respiro.

Luisa, que estaba convencida de que, en su casa, la educación era lo único que no podía esperar a mañana. Y se dedicó, como se dedican cientos de padres, a esa cotidiana tarea que es la de guiar, poner límites, señalar modelos y querer  a sus hijos. Su hijo menor cuando apenas comenzaba a disfrutar de su  adolescencia, jugando como niño que aún era, se cayó de la bicicleta y entró en un sueño profundo, un sueño que, para todos, ya dura demasiado tiempo, menos para su madre que día a día cuida de su hijo con la esperanza de que en cualquier momento despierte.

Carmen que nada más nacer su hijo recibió, como un mazazo, la noticia de que su hijo “no va a ser como los demás” y estuvo unos días, lógicamente, paralizada por el miedo a si estaría preparada, si sabría ser una buena madre para  “un niño así”. Pero cuando las lágrimas se despejaron de sus ojos y se pudo mirar al espejo vio que su cara era la misma cara, que ella era la misma persona y que en la cuna quien estaba era su hijo. Se pintó los labios y, simplemente, se puso a educarlo, a quererlo desde ese momento, como solo las madres y los padres saben querer y educar a sus hijos. Día a día. Con los ojos abiertos. Así  descubrió que  la sonrisa de su hijo era como las sonrisas de los demás. Sabe que su hijo nunca será independiente, por eso lo educa día a día.

Saray, que trabaja limpiando casas más horas de las que caben en un convenio. Trabaja que trabaja porque quiere sacar a sus hijos del vecindario en el que vive, para darles la oportunidad de vivir en un “barrio humilde, de gente trabajadora“. Y cada moneda que gana con el sudor de su frente la acercan a llevar a sus hijos a un lugar donde los niños puedan jugar lejos de donde se venden drogas. Pero cada moneda también se va comiendo su maltrecha salud.

Jenny, que no dudó en embarcarse en la Odisea de los que nada tienen que perder y  por eso se metió con sus hijos en una patera, simplemente porque quería llevar a sus hijos a la vida. No, no es que quisiera lo mejor para ellos, sus hijos no tenían nada en su casa. Lo hizo, con el empeño, con la decisión de que sus hijos pudieran vivir. Simplemente vivir.

Cientos de madres y padres corajes, anónimos, padres y madres que luchan para que sus hijos tengan una vida mejor, los educan, pelean con ellos,  porque saben que  educar no es un camino fácil. Padres y madres que, sin necesidad de dar mamporros, están confiados en que educar y amar a los hijos es lo que hacen las madres y padres coraje: educar y amar gratis sin esperar nada a cambio.

Ana, Jenny, Saray, Carmen y Luisa, son madres coraje pero, tristemente, invisibles. Abre los ojos porque están a tu alrededor, tu sonrisa, tu reconocimiento, les dará luz.

La tarea de ejercer de padres

Sobre el autor

Carlos Pajuelo Morán, psicólogo y padre de dos hijos, ejerce su tarea de Orientador en el Equipo Psicopedagógico de Atención Temprana de la Consejería de Educación y Empleo. Durante 21 años ha sido profesor asociado en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura. En este blog los padres y madres interesados por los temas de la educación encontrarán información fácil y accesible, basada en aportaciones de la psicología y la psicopedagogía, que les ayude a identificar las competencias y habilidades que como padres poseen y a utilizarlas de la manera más eficaz para poder seguir ejerciendo esta apasionante, aunque a veces ingrata, tarea de ser padres.


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