Hoy escribo mi post número 100, cien artículos escritos en este blog para madres y padres con la única intención de animar y de hacer sentir competentes a los padres que están ocupados en la “entretenida” tarea de educar hijos.
100 artículos escritos y siento no haber encontrado aún la varita mágica respecto a cómo “hacer felices” a tus hijos y menos aún a vosotros los sufridos padres y madres. Llevamos casi tres años juntos y aún no he dado con las palabras mágicas que hacen que los hijos recojan los juguetes o sus calzoncillos; ni la manera de hacer que se pongan a estudiar; ni que hagan solos sus tareas; ni que obedezcan; que lleguen tempranito a casa y que estén contentos y respondan, con profusión de detalles, a todas nuestras interesantes preguntas. Vamos, que no he encontrado el camino que hay que seguir para que los hijos hagan lo que los padres deseamos: “dar satisfacciones”.
El mago sin magia. Eso es lo que soy yo.
Educar es hacer magia sin trucos, sin varitas mágicas. Educando hacemos que aparezcan en nuestros hijos e hijas comportamientos, valores, actitudes que les ayudarán a construirse como personas autónomas. Educar es mágico.
Y esta es la magia de los padres: empeñarnos en educar, que es lo que está en nuestras manos, en vez de empeñarnos en buscar esa quimera de la felicidad de los hijos, que por cierto, esa tarea la tienen que hacer ellos solos. Si quieres que tus hijos sean felices no te queda más remedio que ponerte a ser feliz tú.
Yo la verdad no se qué es eso de la felicidad; lo que está claro es que no es un lugar en el que, una vez que llegas, te ponen una pulserita y te dan todo lo que quieres gratis. Ni tampoco es la felicidad un estado en el que no te afecta lo que ocurre a tu alrededor (eso creo que se llama “pasotismo”); y menos aún la ausencia total de problemas (creo que a eso se le llama muerte).
Soy afortunado porque a pesar de todas estas limitaciones que tengo como mago sin magia, me seguís brindando vuestro apoyo y cariño, por eso en este centenario artículo quiero daros las gracias.
Gracias a todos los padres y madres que me animan a seguir escribiendo porque encontraron alivio escondido en algún párrafo.
Gracias por todas vuestras sugerencias, que me ayudan a ser mejor comunicador.
Gracias por enseñarme que educar es una manera de vivir, que educamos con nuestros propios estilos personales, con nuestras experiencias, con nuestras competencias y con nuestras limitaciones.
Gracias por sonreír cuando hablamos de los “modorros”. Cada vez que sonríes te llenas de energía para seguir educando.
Gracias, especialmente, a los padres y madres que educan a hijos e hijas con discapacidad, con enfermedades mentales; hijos “secuestrados” por las adiciones; hijos ya solo presentes en el recuerdo. Los anónimos padres y madres coraje, porque nos dan ejemplo diario de que el verbo educar se conjuga en primera persona del presente de indicativo.
Gracias a los padres y madres que vierten lágrimas porque creen que son incapaces de encontrar la manera de ayudar a sus hijos. Educar es sembrar y muchas veces los hijos necesitan desarrollar muchas raíces antes de que veamos el tallo.
Gracias por educar, porque es la única manera de hacer de este mundo mejorable, un lugar mejor.
Gracias por agacharos, una y otra vez, a recoger la toalla cada vez que desesperados la arrojamos al suelo.
¿Felicidad? A veces estamos buscándola con tanto ahínco que no vemos que está a nuestro lado, en ti, en tus hijos, en tu familia, en tu trabajo, en la calle. Menos buscar y más sentir.
¿Tú haces magia? Seguro que si, la magia más blanca que existe, la magia de amar.