Mi amiga Paqui me llamó hace unos días y me comentó, con una mezcla de sentimientos de asustada e impresionada, que una amiga suya que tiene mucha confianza con su hija de 17 años se quedó estupefacta cuando la hija le pidió que le enseñara “estrategias” para tener una vida sexual placentera. La madre para salir del paso le dijo: “bueno, eso ya lo irás aprendiendo, ahora céntrate en los estudios que es lo que tienes que hacer y déjate de tonterías”. A lo que su hija le contestó, a lo Concha Velasco: “mamá yo quiero saber cómo se tienen orgasmos”.
Educar a los hijos en un clima de confianza mutua conlleva que los hijos pueden hacer demandas, más o menos educativas, a los padres en el área del desarrollo afectivo-sexual. Conozco algunos casos de hijos e hijas que les piden a sus padres información que precisamente no tiene que ver con los aspectos biológicos de la reproducción, sino con las destrezas y habilidades amatorias. Responderles:“Tú estudia, y déjate de tonterías” es una respuesta “salvadora”, pero no sé si educativa.
¿Por qué hay que hablar de sexo con los hijos?
La educación sexual sigue siendo un tema en el que los padres nos movemos con cierta dificultad, fundamentalmente porque, por un lado, nos cuesta imaginarnos a nuestros hijos e hijas adolescentes como personas con deseo sexual; y por otro, porque sentimos pudor porque no sabemos cómo hacerlo.
Cuando un adolescente quiere información la busca pero, a veces, la información que encuentra le llega por la via de un “experimentado profesional” de su misma edad. ¿No crees que es un poco arriesgado dejar en manos de los amigos, compañeros o Google la educación sexual de tus hijos? ¿No crees que igualmente es arriesgado no dar ningún tipo de orientación e información realista?
Las conductas sexuales pueden convertirse para algunos adolescentes es una situación de malestar, incluso sufrimiento, y mucho más aún si se une a la inexperiencia propia de la edad, ideas falsas, o mitos sobre la sexualidad.
Nuestros hijos saben perfectamente todo respecto a los aspectos anatómicos y biológicos de la reproducción, pero no saben nada respecto a la diferencia que existe entre lo imaginado y lo real. Y los padres somos una estupenda herramienta para anticiparles la realidad con la que se puede encontrar.
Antes los hijos no hablaban con los padres de sexo. Ahora sí. Pero no lo olvides: nosotros somos los padres, no sus colegas. Hablar de sexo con nuestros hijos es hablar de desarrollo afectivo-sexual y, por lo tanto, es hablar de valores, de cariño, de respeto, de comunicación, pero también ser explícito en conductas que entran dentro de la normalidad (falta de conocimiento de otros cuerpos, eyaculación precoz, dificultad para excitarse, etc) y que algunos adolescentes pueden interpretar de manera equivocada acarreándoles un sufrimiento innecesario. Enseñarles que no se preocupen tanto por la forma como por el fondo, y que como casi todas las cosas de la vida se aprenden mediante la experiencia. Los padres no somos instructores de kamasutra, los padres somos instructores de valores, de actitudes y de comportamientos.
¿Cómo hablar de sexo con los hijos?
En primer lugar, no haciendo distinción entre chicos y chicas. La educación sexual está asentada en valores como el respeto al otro, el cuidado del otro, el afecto, la coresponsabilidad. Y esto es obligado tanto para los chicos como para las chicas.
Aprovecha sus primeras experiencias de enamoramiento para hablarle de lo que crees que es un comportamiento adecuado, y lo que crees que es inadecuado en sus relaciones. Y háblale claro, no recurras a parábolas como la de “hija, ten cuidado no te vayan a echar algo en la coca-cola”, cuando tu preocupación realmente es otra. La educación afectivo-sexual de los hijos requiere que los padres les hablemos claro respecto a lo que ocurre o puede ocurrir cuando uno cree que está enamorado. No se trata de negar lo que nuestros hijos sienten, sino orientarlos respecto a la necesidad de responsabilizarse de sus decisiones, de sus acciones.
Los padres tenemos el deber de controlar y supervisar a nuestros hijos menores y los límites deben girar alrededor de los valores de cada familia. Son los valores que tú quieres inculcar a los hijos, y no el miedo, lo que nos ayuda a marcar los límites respecto a lo que consideramos adecuado o no.
Hablar, informar, guiar, educar, para ayudar a nuestros hijos a desarrollar una sexualidad que sea lo más gratificante posible.