Tu hijo, desde que nace, tiene necesidad de aprender, ganas de aprender y satisfacción por lo aprendido. El aprendizaje de nuestros hijos tiene un marcado carácter social, aprendemos mientras nos comunicamos, mientras nos relacionamos con otras personas, mientras experimentamos con objetos físicos y así, comunicándonos con todo aquello que nos rodea, aprendemos, que es parecido a crecemos, nos desarrollamos .
Aprender es divertido, eso lo creo firmemente, pero también te diré que yo le pillé la “gracia” años después de terminar los estudios en la universidad. Aprender tiene que ser divertido y divertido no significa cómodo, ni fácil; divertido es aquello que es interesante, aquello que tiene interés para el que aprende. Divertido es lo contrario de rutinario, monótono, repetitivo.
Aprender necesita de un guía, al principio madres y padres guían este aprendizaje de sus hijos y fruto de este aprendizaje nuestros hijos desarrollan sus destrezas motóricas, comunicativas, personales, cognitivas. Nuestros hijos se van haciendo, o van mostrando, su inteligencia en función de estas interacciones. Y luego, junto a los padres, aparecerán técnicas de educación Infantil, maestras y maestros, profesores de secundaria, etc. Y cada uno de ellos irá dejando una huella, una marca, una señal en este proceso de aprendizaje, de desarrollo. Sin maestros no hay escuela, sin comunicación no hay aprendizaje. Cada maestra, cada maestro, cada madre y padre elige como quiere que le recuerden sus hijos y sus alumnos.
Aprender necesita de comunicación, de interacción, de afectos. Para aprender es necesario experimentar el éxito, tener reconocimiento, ser reconocido, tenido en cuenta; pero cuando se aprende también hay que experimentar el fracaso, y en el momento del fracaso, tener apoyo, tener guía, saber que hay una mano donde agarrarse. No se trata de tener a los niños “entre algodones”, se trata de hacerles sentir que “fracasar” es parte de la vida, y en ese momento, lo aprendices lo que necesitan no es ración de “te lo dije”, sino doble ración de “cómo podemos afrontarlo”.
Aprender necesita de magia, la magia que no tiene truco, la magia de hacer preguntas, la magia de la curiosidad, la magia de descubrir.
Nunca he conocido a nadie que no aprenda, que no pueda aprender. Todos los niños y niñas, sean como sean, pueden aprender. Todos no pueden aprender lo mismo, porque “lo mismo” no existe.
Yo solo conozco ,y he conocido, niños y niñas, diferentes, distintos, capaces de aprender. El problema llega cuando queremos que aprendan “igual que”. En ese momento se rompe la magia, porque en ese momento los vemos diferentes y por lo tanto les hacemos sentir que son diferentes.
Aprender es una tarea que dura, lo que dura una vida. Y mientras hay vida hay aprendizaje.