“Un, dos, tres, pollito inglés”, es un juego de la infancia que ha llegado de nuevo a nuestras vidas, y, ¡la que ha liado el pollito!, en su versión coreana. Yo, lo confieso, he visto la serie “El juego del calamar”, de un tirón. No es, ni por asomo, la mejor serie que he visto, pero mientras la veía me dije, esta es una serie que va a dar mucho que hablar. Lo que no me esperaba es que yo fuera a hablar de esta serie en un blog para padres y madres que educan.
Parece ser que en algunos colegios, no solo de nuestro país, sino también en los de nuestro “entorno”, niños de primaria, animados por dicha serie, han recuperado los juegos tradicionales y, en el patio de los colegios, juegan a la nueva versión del pollito inglés, en la que si te mueves cuando la “madre” se da la vuelta, antes quedabas eliminado y en la versión actual te disparan y caes “muerto”.
Ante esta situación, asisto atónito a comentarios del tipo: “si los niños juegan al pollito coreano, eso quiere decir que los niños ven la serie, y si los niños ven la serie es porque sus padres y madres no educan, no ponen límites. Y así nos va”. Otra vez la culpa de todo la tienen padres y madres, porque, por lo visto, no saben educar. Os recuerdo que el mundo está lleno de padres y madres. Todos tenemos y muchos lo somos.
Los seres humanos, todos, parece ser que tenemos problemas con normas y limites desde antaño. Adán y Eva, para una sencilla norma que tenían, para un simple límite, comer lo que quieras menos manzana, no pudieron evitar saltarse la única norma. Desde ese momento, hasta la fecha de hoy parece ser que lo de las normas y los límites es una panacea. Con normas y límites está todo resuelto. Pero parece ser que esto de los límites y normas, por un lado, es fundamentalmente para los demás; y por otro, nos ofrece una excusa, un culpable al que señalar, cuando afloran nuevos usos y costumbres que nos perturban: los padres y las madres.
Está claro que la serie “El juego del Calamar” (Netflix) no es una serie infantil, aunque en su argumento esté lleno de juegos infantiles. Es una serie que se ha hecho “viral” y eso lo que significa es que está presente en eso que llamamos la “Red”, la red es el mundo en el que viven nuestros hijos e hijas; ver esta serie es “estar al día” para jóvenes, adolescentes… y para niños, sobre todo, para los que tienen móvil. Pero no nos escandalicemos, les podría citar unos cuantos programas de televisión más dañinos para el “desarrollo” de niños y adolescentes y no escucho tantos reproches.
Me gustaría aclarar que el hecho de que los niños jueguen al pollito coreano, no significa que vean la serie del Juego del Calamar, basta que vean en sus redes sociales la ingente cantidad de “memes”, videos, etc., de la serie más vista en Netflix, más de 111 millones de cuentas, de todo el mundo, la han visto en poco más de un mes.
¿Violencia gratuita?, Yo creo que esta serie para las personas mayores de 40, más o menos, pueda parecer que está llena de violencia gratuita y sin embargo para los jóvenes es una manifestación más de la violencia que aparece en los videojuegos. Y yo creo que para lo que tiene que servir esta serie es, como una oportunidad más para seguir educando.
Padres y madres, junto a los educadores necesitamos educar sobre la conducta agresiva de los seres humanos. Somos agresivos, está en nuestro ADN y si no reconocemos esta agresividad, difícilmente podemos educar para aprender a regularla.
Los niños, aunque no lo creamos, en Educación Primaria, son capaces de distinguir la realidad de la ficción (aunque entre los millones de niños y adolescentes siempre habrá alguno que no sabrá hacerlo), niños y adolescentes juegan a videojuegos en los que matan enemigos, zombis, y en algunos, hasta atropellan a peatones que van paseando por la acera, y sin embargo, cuando se sacan el carné de conducir no se dedican a ir por las aceras atropellando viejecitos. Yo tenía soldaditos y jugaba a la guerra y mataba al “enemigo; jugaba a policías y ladrones y los policías no les leíamos sus derechos constitucionales a los ladrones, les disparábamos y hacíamos como que los matábamos.
Los niños de ahora no son más agresivos que los de antes. Los seres humanos de hoy en día no son más agresivos. Aunque cada fin de semana, entre cientos de miles de jóvenes, unos cuantos mentecatos y mentecatas, borrachos, la líen parda en sus ciudades. La violencia, la agresión interpersonal es parte de la conducta humana, por lo tanto, esta serie es, sencillamente, al igual que la visión en televisión de los altercados del del botellón una oportunidad más para seguir educando.
El debate no es dejar a los niños ver o no ver la serie. Cada familia tendrá su criterio y opinión, aunque está claro que no está recomendada para niños.
Entérate de lo que tu hijo sabe acerca de esta serie, pregúntale, escúchale y así tendrás información para poder actuar. Esto es educar.
Cerrar los ojos, mirar hacia otro lado, rasgarse las vestiduras y gritar: ¡Pero qué mundo es este!, pero ¡qué hacen los padres!, es sencillamente, puro teatro.
Así que vamos a relajarnos un poco, y vamos a ayudar a padres y madre con su tarea de educar, porque lo hemos repetido muchas veces en este blog el proverbio africano, para educar un niño hace falta toda la tribu.