La guerra, la odiosa guerra que nos rodea a veces lejana, a veces cercana. La guerra, la odiosa guerra que siempre termina en derrota, ha llegado a nuestros telediarios, a nuestras televisiones, a nuestras casas. A todas horas, desde el confortable salón de nuestras casas somos testigos del horror, el horror de ver, de sentir, el dolor, el miedo, la angustia de aquellos que hace solo unos días estaban sentados en sus salones rodeados de sus familias.
Algunos niños preguntan, otros callan, pero todos ven en los ojos y en las palabras de sus padres qué es esto de la guerra.
La cara, no tan oculta, de los seres humanos, el lado no tan oscuro, nuestra conducta, los seres humanos somos, también, agresivos y negar esta realidad es una manera de incapacitarnos para poder controlar la agresión.
¿Qué les decimos a nuestros hijos?
Pues lo primero, callar y Escuchar, deja que te cuenten qué es lo que piensan, creen, imaginan sobre esta guerra. Déjalos que expresen todo, que tu miedo no impida que los hijos puedan hablar de sus miedos. Esta siempre es la primera tarea de padres y madres, escuchar. Escuchar para entender.
Entender. Desde el respeto a sus miedos, que sientan que somos conscientes de sus temores, que no los ninguneamos y que sientan que entendemos esos temores. Para poder controlar el miedo hace falta que los que nos rodean comprendan nuestro miedo.
Acompañar. Esta parte de la tarea de ser padres en la que mostramos a nuestros hijos tranquilidad, seguridad y confianza ante los envites de la vida. Y la vida nos da muchas oportunidades para aprender, para enseñar. Acompañar es una manera de cuidar, de que nuestros hijos se sientan cuidados, de que aprendan a cuidar.
Y luego, tenemos muchas oportunidades diariamente para enseñar y practicar convivencia y respeto, las guerras no comienzan con bombas y balas, todas las guerras comienzan cuando empezamos a pensar, porque nos enseñan a pensar, que nosotros somos más y mejores que los otros, que esos otros, además, nos privan de recursos, de nuestros recursos; que los otros son un obstáculo, que los otros valen menos que nosotros… la semilla del odio germina pronto y es una mala hierba difícil de arrancar.
La guerra, las odiosas guerras, también son una oportunidad para aprender, para enseñar.
Un abrazo