Llega el día en el que nos indican que, por fin, ya podemos quitarnos las mascarillas en los centros educativos y este hecho se está convirtiendo en un tema de preocupación para algunos chicos y chicas y, por lo tanto, para sus familias y profesorado que desean ayudarlos en este transito a la vida sin mascarillas.

Yo creo que es normal que algunos adolescentes, y no tan adolescentes, muestren su preocupación ante el hecho de tenerse que despojar de la mascarilla que les ha embozado durante más de dos años. Unos pocos se preocuparán por el temor al contagio y otros pocos, porque lo que ellos creen que dice el espejo en el que se miran cada mañana, se va a hacer evidente a los ojos de los demás.

Normal que algunos estén preocupados ¿no?

Ayudar a los hijos a gestionar sus temores es tarea de padres. (Foto ABC.es)

La vida esta que vivimos cada día se nos presenta como una oportunidad, una oportunidad para educar a las familias y el profesorado; y una oportunidad para seguir construyendo la identidad para nuestros hijos y/o alumnos.

¿Qué podemos hacer padres y madres?

Pregúntale a tu hijo qué es lo que le gustaría hacer con la mascarilla. Y te conteste lo que te conteste, haz el favor de mostrarle comprensión, que entiendes su respuesta emocional (más aun si ésta es de temor o de preocupación) y que estás seguro de que tu hijo o tu hija encontrará la forma de responder a esta situación. Y que en esta búsqueda puede contar con la ayuda de sus padres y profesores.

¿Tiene miedo a contagiarse?, Probablemente algunos niños y adolescentes pueden manifestar conductas de ansiedad por temor al contagio, en este caso los padres deberíamos:

1.- responder con información fiable que es la que, confío, prestan las autoridades sanitarias.

2.- Evitar el exceso de medidas de precaución (si le llenas la mochila con desinfectantes, termómetro, etc.., pues igual lo mosqueas un poco, ¿no?).

3.- Normalizar la emoción del miedo y ofrecerles estrategias que les hagan sentirse seguros, que, aunque se contagien, los médicos van a ayudarles.

Pero, si el miedo no es a contagiarse, sino que el temor tiene que ver con que va a dejar de ser héroe enmascarado, medio invisible, para convertirse en adolescente con acné que teme no ser aceptado por sus iguales. Pues en este caso los padres deberíamos:

Entender que esto no es ninguna tontería, y hacerles ver a nuestros hijos, a nuestras hijas, que comprendemos ese miedo, pero que confiamos en que ellos sabrán enfrentarse a este temor.

No les digas que lo importante es lo de dentro y no la carrocería (aunque sea verdad, esto no ayuda mucho), hazles ver que la valía de una persona no está en el color de los ojos, sino en lo que miran y cómo lo miran, en lo que sus ojos recolectan; que la valía no está en la forma de la boca, sino en la forma en que esa boca pronuncia las palabras que ayudan, las que impulsan, las que hacen sentir bien a los que están alrededor; que la belleza no está en las orejas, sino  en los oídos que están atentos a las risas, pero también al desconsuelo de sus compañeros.

Recuérdales que su valor nunca lo encontrarán en el postureo de Instagram, ni en ninguna red social, que su valor real lo encontrarán en la manera de tratar a los que le rodean.

Recuérdales que solo se verán atractivos el día que se dejen de pelear con el espejo y colaboren con él.

Recuérdales que alguien les puede decir feo, fea, cara culo o lo que sea, pero que eso es solo una palabra dicha por alguien que tiene más miedo que ellos.

Recuérdales su valor cotidianamente, pero no te olvides de seguir cotidianamente con el respeto a las normas y límites.

Dicho esto, ¿tu hijo se quiere quitar la mascarilla? Pues muy bien. ¿Tu hijo no se la quiere quitar? Pues muy bien. No hagamos un problema de lo que es sencillamente una adaptación más en este mundo cambiante.

Pero, sobre todo, padres y madres, tranquilidad, mucha tranquilidad, que esto que llaman síndrome de la cara vacía es fundamentalmente un titular, una manera de etiquetar una realidad, la de que constantemente nos tendremos que estar poniendo y quitando otras mascarillas si no somos capaces de aceptarnos tal y como somos, con nuestras fortalezas y nuestros defectos.

Su “mijita” de sentido común y a seguir con la tarea.