Queridos padres, queridas madres
Cuando vuestros hijos, cada mañana, cruzan la puerta del aula, se convierten en un poco nuestros. Nuestros alumnos.
No, no somos su familia, pero durante muchas horas al día somos su compañía, su guía, su ejemplo. Y eso, creednos, lo vivimos con respeto y con cariño, porque amamos y respetamos nuestra profesión.
A veces llegáis con dudas, con preocupaciones, con prisas. Para vosotros vuestros hijos e hijas son lo primero, pero nosotros, además de corregir tareas, preparar clases, exámenes, tutorías, intentamos recordar que detrás de cada uno de nuestros veintitantos alumnos hay veintitantos niños con una historia, con un hogar y con unos padres que también creemos que hacen lo que pueden y lo mejor que saben.

No, no somos perfectos, no siempre acertamos, pero nunca dejamos de intentarlo.
Nos gustaría que supierais que queremos exactamente lo mismo que vosotros: que crezcan, que aprendan, que descubran quiénes son. Y también que se equivoquen sin miedo, porque de eso, también se aprende.
Cuando hablamos con vosotros, no queremos justificar ni juzgar, solo buscamos el mismo puente que vosotros queréis cruzar: el de la confianza, la cooperación y el respeto mutuo.
Respeto mutuo. Ese es el camino para que nuestros alumnos, vuestros hijos, aprendan el valor del respeto. Habrá discrepancias, errores, malentendidos, pero solo desde la comprensión mutua y la escucha podremos afrontarlos.
Es verdad que no conocemos a vuestros hijos como los conocéis vosotros, pero también es verdad que nosotros conocemos a nuestros alumnos como no los conocéis vosotros y recordad que un hijo y un alumno son dos “bichos muy diferentes” aunque tengan la misma cara. Por eso nos necesitamos para completar la mirada, para ampliar el conocimiento del hijo y del alumno que, en realidad, son la misma persona vista desde dos mundos distintos.
A veces necesitamos vuestro apoyo, otras vuestro perdón, pero siempre vuestra mirada cómplice y comprensión, porque la educación es una tarea compartida, una coreografía que solo sale bien cuando bailamos al mismo compás.
Sabemos que no es fácil la tarea de educar, pero si nos ayudamos entre nosotros el camino se vuelve más llevadero.
Gracias por confiar, por acompañar, y por dejarnos formar parte —aunque sea un ratito cada día— de la vida de vuestros hijos.
Pon aquí el nombre del querido padre, de la querida madre.