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Carlos Pajuelo

Escuela de Padres

Cómo ayudar a nuestros hijos a superar sus miedos

Cuando nuestros hijos muestren miedo, tenemos que mostrarles seguridad y cariño.

Cuando nuestros hijos muestren miedo, tenemos que mostrarles seguridad y cariño.

“Carlos, mi hija Marieta lleva unos días en los que en mitad de la noche se despierta muy asustada y llorando, se abraza a mí y, entre sollozos, me cuenta que si unos perros la perseguían y querían morderle, que si estábamos en la playa y se perdía, que si unos monstruos…, y yo ya no sé qué hacer. Le digo que son sueños y que no tiene importancia, y que hay que ser valiente, le hago que se levante y que vea que no hay perros en la habitación,  ni monstruos, me tiene un poco agobiada y no sé qué hacer”.

Los miedos juegan un papel importante en el desarrollo de las personas. El miedo es un mecanismo de protección y supervivencia, el miedo hace que las personas sean precavidas que valoren riesgos y por eso hay que tener una actitud de tranquilidad ante las manifestaciones de miedo de nuestros hijos y, sobre todo, un especial cuidado a la hora de utilizar los miedos como estrategia de educación.

 Cuando los niños tienen conciencia de “los fantasmas”, “el lobo”, “las brujas”, etc.,  es NORMAL que se asusten, y que se puedan mostrar temerosos. El papel de los padres es el de mostrarnos tranquilos, darles confianza, y no el de “echar leña al fuego” diciendo eso de ¡cuidado con el lobo!.

Cuando hacemos esto, los miedos normales pueden llevar a que aparezcan otros miedos que se enseñan y se aprenden. Por ejemplo, los padres miedosos suelen tener hijos miedosos. Por eso, los padres jugamos un papel importante en la manera en que nuestros hijos desarrollan y afrontan sus temores.

Los miedos infantiles, por lo general, son frecuentes y normales y, de la misma manera que aparecen, se van. Así que, ante esos miedos, la mejor actitud de los padres ante ellos es  mostrarnos como un modelo de referencia, y que vean en nosotros un modelo de seguridad, de comprensión, de tranquilidad.

Ante las pesadillas de los niños, la actitud de los padres ha de ser de absoluta tranquilidad (claro que, a las 4 de la mañana, la paciencia y tranquilidad a veces también está durmiendo), tranquilidad para ir a su cuarto y decirles ¿qué te pasa?, y dejarlos que nos cuente su sueño, y cuando termine decirle, “claro, hijo, si sueñas esas cosas es normal que tengas miedo. Ha sido un sueño. Tranquilízate (beber un poco de agua viene bien) y a seguir durmiendo”. Abrácelos, cuando se tiene miedo el contacto físico calma mucho, y no enciendas muchas luces y así  evitaremos  que se espabilen.

Algunos padres, como la madre de Marieta, se ponen a buscar los perros y los monstruos por la habitación de sus hijos creyendo que esa es la demostración palpable de que lo que les asusta no está en el cuarto y, sin embargo, con este comportamiento  los hijos piensan, ¡madre mía! si mi madre los está buscando eso significa que ¡pueden estar aquí.!

A las 4 de la mañana no es buena hora para ponerse a razonar (al razonamiento le pasa como a la paciencia, está durmiendo). Así que es mejor dejar los razonamientos para el día siguiente.

A la hora del desayuno puede preguntarle, y darle alguna estrategia para intentar afrontarlos, del tipo:

No le hagas sentir que es un miedoso, no lo ridiculices. No le llames cobarde, ni le hagas sentir como tal.  Los miedos les hacen sentir muy inseguros y necesitan comprensión.

-No te empeñes en obligarlo a afrontar su miedo en solitario. Hay padres que intentan ayudar a superar los temores de sus hijos obligándoles a enfrentarse a ellos en solitario. Como si tuvieran que ser una especie de “legionarios”.  Este es otro tremendo error que lo que suele acarrear es un sentimiento de no ser capaz de afrontar el miedo y, por lo tanto, no tendrá oportunidad de sentirse orgulloso de sí mismo.

Los miedos afrontados con ayuda son más fáciles de afrontar. Esto no significa que te tengas que acostar en la cama con el niño, ni que le tengas que acompañar continuamente por la casa, si le da miedo la oscuridad. De lo que se trata es de hacer sentir al niño que estás con él, pero tú en tu cuarto, y él en el suyo, o cuando tiene miedo a la oscuridad, acompañarles una parte del pasillo, y dejar que ellos solos hagan otra parte, e ir restringiendo paulatinamente el acompañamiento.

-Y sobre todo no ignores sus miedos. Si ignoras por completo sus temores se sentirá perdido y solo. No encontrará la forma de enfrentarse con el problema y percibirá por tu parte desinterés y falta de cariño.

-Ofrécele alternativas:   por ejemplo, cuando te despiertes asustado, puedes encender una pequeña luz que tengas en la mesilla, y puedes decir en voz alta “Sólo ha sido un mal sueño”, “estoy a salvo en casa”, etc., la idea es que no le dé vueltas a la cabeza al sueño que le ha  originado el temor. Con niños más pequeños un peluche puede ser una buena alternativa.

Otro aspecto a tomar muy en cuenta es la utilización que los padres hacemos del miedo como estrategia educativa. Muchos de los miedos que presentan nuestros hijos los han aprendido porque nosotros se los hemos enseñado.  ¿Os suena lo del coco?, y ¿del sacamantecas? Pues, en la actualidad, muchos padres siguen utilizando estrategias parecidas que tienen como efecto directo lograr un cierto control de la conducta del niño pero que, a la larga, lo único que logran es aumentar el número de miedos de nuestros hijos.

Hace unos días vi a un niño de unos dos años, que iba paseando unos metros por delante de sus padres,  y se dirigió hacia un perro. En ese momento los padres comenzaron a gritarle al niño como desesperados ¡cuidado!, y se interpusieron entre el perro y el niño bruscamente mientras le decían asustados, ¡cuidado con los perros!. Con tal escándalo el niño comenzó  a llorar asustado y no me extraña que hasta el perro le cogiera miedo también a los perros.

Así que, procuremos no asustar a los hijos mientras los educamos, porque asustando a los hijos, nos asustamos los padres. Y el círculo del miedo se va haciendo cada vez más intenso.

Tranquilidad y confianza.

La tarea de ejercer de padres

Sobre el autor

Carlos Pajuelo Morán, psicólogo y padre de dos hijos, ejerce su tarea de Orientador en el Equipo Psicopedagógico de Atención Temprana de la Consejería de Educación y Empleo. Durante 21 años ha sido profesor asociado en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura. En este blog los padres y madres interesados por los temas de la educación encontrarán información fácil y accesible, basada en aportaciones de la psicología y la psicopedagogía, que les ayude a identificar las competencias y habilidades que como padres poseen y a utilizarlas de la manera más eficaz para poder seguir ejerciendo esta apasionante, aunque a veces ingrata, tarea de ser padres.


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