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Carlos Pajuelo

Escuela de Padres

¿Papá, puedo salir?, Pregúntaselo a tu madre. (Una historia de polis buenos y polis malos)

Marina es una niña de 5 años, espabilada, vivaz, de ojos grandes y muy curiosa por lo que ocurre a su alrededor, inquieta, o como diría su abuela, un rabo de lagartija.  Estaba yo una mañana en su clase, había ido para observar a un compañero, y todos los niños permanecían sentados en el suelo, en torno a su maestra que les preguntaba qué era lo mejor de sus padres… los niños comenzaron a responder: ”que nos quieren”, “que nos cuidan”, “que nos compran cosas”… y Marina dijo, con una rotundidad aplastante: “lo mejor de los padres es que son dos”. Su maestra acostumbrada a las respuestas sorpresivas que dan los niños en Educación Infantil, le preguntó ¿y por qué lo mejor es que sean dos?. Marina, contestó con rotundidad, “porque si uno te quita la televisión, el otro te puede dejar verla”. En ese momento, miré a la niña y  pensé, pobres padres…

 

Esos padres que probablemente se suscribieron a la revista “Ser Padres Hoy” nada más enterarse de la feliz noticia de que estaban embarazados, que se juraron una y mil veces, al estilo “lo que el viento se llevó” que no iban a cometer los fallos que otros padres cometen, y, sobre todo,  que iban a educar a su Marina como si fueran una sóla persona.

Todos los manuales de educación destacan como un principio básico el de que ambos progenitores deben de ir siempre en la misma dirección.  La mayoría de padres también suscribirían esta afirmación. Sin embargo la realidad cotidiana nos dice que Marina tiene razón, que las parejas solemos discrepar mientras educamos a nuestros hijos, aun sabiendo que esto no es bueno ni para los hijos ni para nosotros mismos.

Y es que es difícil, muy difícil, estar en completa y continua sintonía con la pareja. La razón es simple: Los padres somos diferentes. Diferentes  personalidades,  diferentes  gustos, diferentes  modos de hacer las cosas. Padres impulsivos conviviendo con padres reflexivos, padres  agobiados con padres tranquilos, padres ocupados con padres preocupados.  Nuestras parejas suelen ser, en muchos aspectos, diferentes a nosotros.

Nuestra forma de ser, nuestra forma de pensar, de sentir,  influye directamente en la forma de educar, en el modelo de padres que somos.  Cada padre cree que lo que él piensa y  siente, cuando educa,  es lo correcto. Y nuestros hijos tienen una gran facilidad para descubrir estas discrepancias y son capaces de determinar qué cosas pedir a quién, cuándo y dónde. Así se da origen a una de las situaciones que más conflictos crean en las familias: sentirnos desautorizados o cuestionados por nuestra pareja por decisiones referentes a la educación de nuestros hijos. Y, lo que es peor, en algunos casos con nuestros hijos de testigos.

         Los padres a veces parecemos un par de policías de esos de películas de serie B, uno el poli malo y otro el poli bueno. Y nos cambiamos de papel según el día que tengamos. Así que, a veces, cuando vemos a nuestra pareja reñir a nuestros hijos, empezamos a pensar, qué exagerado, se está pasando, y qué maneras, qué voces…, y, curiosamente, cuando somos nosotros los que estamos regañando a los hijos, es nuestra pareja la que piensa lo mismito. ¿Les suena esta película?,  la versión más retorcida es cuando el poli bueno, haciéndose el ofendido, amenaza con un…”cuando venga el poli malo os vais a enterar”.

Cuestionar y desautorizar a nuestra pareja conlleva un peligroso juego de poder entre los padres que puede terminar con la inhibición del progenitor cuestionado.

No es fácil que los padres actuemos al unísono, no es fácil que dos personas que son diferentes,  actúen de la misma manera. Por eso los padres tenemos que hacer un esfuerzo  ya que sólo reconociendo mutuamente  nuestras diferencias, y aceptándolas, podremos conseguir acercarnos a un modelo de educación compartido. Los padres no tenemos que ser idénticos al educar, tenemos que ser lo que somos, dos personas diferentes que tienen un objetivo común: educar a nuestros hijos.

Hay padres que intentan entre los dos ser un equipo unificado, donde el respeto de las opiniones mutuas y la toma de decisiones conjuntas es el camino utilizado. A veces, se toman decisiones que nuestra pareja no comparte y viceversa. Ese es el momento en el que es más necesario hablar tranquilamente y tras exponer nuestros puntos de vista, tomar una decisión. Y si consideramos que hay que revocar la decisión que se tomó, no pasa nada, se le hace saber a nuestros hijos. Y a aguantar el temporal.

Hay padres que delegan en su pareja la toma de decisiones. Si tú delegas en tu pareja entonces tienes que apoyar todas las decisiones  que tome, ¿no crees.?

Marina se enriquece con las diferentes formas de ser de sus padres, lo único que necesita saber es que, aun siendo tan diferentes, transmiten los mismos mensajes.

Y conforme van creciendo nuestros hijos iremos dándonos cuenta de lo verdadero del proverbio africano, para educar a un niño hace falta toda la tribu, pero de esto hablaremos otro día.

La tarea de ejercer de padres

Sobre el autor

Carlos Pajuelo Morán, psicólogo y padre de dos hijos, ejerce su tarea de Orientador en el Equipo Psicopedagógico de Atención Temprana de la Consejería de Educación y Empleo. Durante 21 años ha sido profesor asociado en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura. En este blog los padres y madres interesados por los temas de la educación encontrarán información fácil y accesible, basada en aportaciones de la psicología y la psicopedagogía, que les ayude a identificar las competencias y habilidades que como padres poseen y a utilizarlas de la manera más eficaz para poder seguir ejerciendo esta apasionante, aunque a veces ingrata, tarea de ser padres.


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