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Carlos Pajuelo

Escuela de Padres

¿Prozac para educar?

El malestar de la educación se combate educando

 

¿Te acuerdas del día en el que hiciste partícipes a tu familia, a tus amigos, de vuestra felicidad, de que estabais esperando un hijo?

¡Que buen ratito!, todo el mundo feliz compartiendo vuestra alegría. Y como no podía ser de otra manera, todos con la consabida pregunta ¿y qué prefieres, niño o niña?, y vosotros, con la consabida respuesta, “Lo que sea, pero que venga bien”.

Y lo que sea, llegó, pero sin un pan debajo del brazo.

Los hijos llegan y nos convierten en madre y en padre; llegan delegando toda su responsabilidad en nosotros y, por si fuera poco, nos hacen un contrato a jornada completa de 24 horas como vigilantes de seguridad.

Llegan sin papeles, sin instrucciones y sin periodo de garantía.

Llegan a donde los esperábamos con anhelo pero a cada momento vividos junto a ellos nos damos cuenta de que todo lo que hemos leído durante la espera no es suficiente para resolver la cantidad de dudas que son capaces de generarnos.

Lloran, y todo es una duda, ¿ha comido poco o ha comido mucho?, ¿serán gases?, ¿será que le duele la tripa?, ¿le pasará algo?; lo coges en brazos y no llora para luego volver a llorar; no lo coges en brazos y llora y luego no llora y vuelta a llorar; ante tanta duda lo meces, lo acunas, y esto lo haces simplemente por sentir que estás haciendo algo.

¿Y si no lloran?, pues te asomas a la cuna a ver qué pasa, hasta que de tanto asomarte a mirar, termina comenzando a llorar.

Así iniciamos la crianza de nuestros hijos, por un lado, “preocupados”, y sobre esa preocupación vendrán o arrimaremos, nuevas preocupaciones; las preocupaciones normales que conlleva la crianza de los hijos, las que conlleva la vida cotidiana.; y por otro lado, ilusionados, con ganas de afrontar el reto de educar; disfrutando por momentos; los buenos momentos que conlleva la vida cotidiana.

¿Tienes hijos? Pues, entonces, tienes razón, cientos de razones, para preocuparte y para ocuparte.

Ahora, que si lo que te planteas con los de los hijos es ser un Master de la “Buena Crianza”, cuyos resultados  sean la excelencia en los percentiles y la ausencia de problemas, ¡te vas a enterar de lo que vale un peine!.

Así llegan los ansiolíticos a nuestras casas, de la mano de la decepción. Y es que la decepción, por mucho que uno lo intente, no se puede combatir a pastillazos.

Los hijos nos dan muchas alegrías y cotidianos quebraderos de cabeza. Así que no dejes que ni el desánimo, ni la decepción,  lleguen, cogidos de la mano, ejerciendo tu tarea como madre o como padre.

¿Quieres hijos fuertes?

Pues enséñales, mientras los educas, a valorar hasta qué punto el malestar forma parte de nuestra vida cotidiana, de la de los padres y de la de los hijos.

No les ocultes tu malestar, ya lo hemos escrito en un post anterior  que ocultar la realidad de nuestras emociones a los hijos es una manera de perder una estupenda oportunidad sobre cómo afrontar situaciones de malestar.

Enséñales a tolerar el malestar, pero no con “resignación” sino de una manera activa, como una consecuencia lógica: “si tu mejor amigo no te llama, es normal sentir malestar;  si tenías un plan estupendo para pasar la tarde con los amigos y algo lo impide, es normal sentir malestar”. El bienestar y el malestar vienen de la mano.

Respeta su malestar, aunque a ti te parezca que lo que le ocurre es algo que no tiene importancia. Acaso, ¿no te molesta a tí, cuando te abruma alguna preocupación, que te digan?: “¡ Pero, hombre, si eso es una tontería!”.

Cuando tú estés mal, muestra a tus hijos todo lo que haces para afrontar esa situación; cuando ellos estén mal no les digas: “no te preocupes, ya se te pasará” es mejor que les digas, “es verdad, eso duele, pero ya has pensado ¿qué vas a hacer?”

¿Te gustaría que tus hijos combatieran el malestar de la vida cotidiana con fármacos?

Es verdad que hay mucha droga, mucho Prozac, Trankimazines, Orfidales, Lexatínes, en las puertas de los colegios. Lo que pasa es que muchas veces están en los bolsillos de los desesperados padres.

¿Y si ponemos un poco de cordura?

La tarea de ejercer de padres

Sobre el autor

Carlos Pajuelo Morán, psicólogo y padre de dos hijos, ejerce su tarea de Orientador en el Equipo Psicopedagógico de Atención Temprana de la Consejería de Educación y Empleo. Durante 21 años ha sido profesor asociado en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura. En este blog los padres y madres interesados por los temas de la educación encontrarán información fácil y accesible, basada en aportaciones de la psicología y la psicopedagogía, que les ayude a identificar las competencias y habilidades que como padres poseen y a utilizarlas de la manera más eficaz para poder seguir ejerciendo esta apasionante, aunque a veces ingrata, tarea de ser padres.


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