>

Blogs

Carlos Pajuelo

Escuela de Padres

Los hijos que maltrataban a sus padres

 

El silencio, la culpa, la verguenza, alimentan el maltrato.

Te voy a dar de hostias, gilipollas”. Esto es lo que le dijo María, una adolescente de 14 años, a su madre después de que ella entrara en el cuarto a pedirle que bajara la música. “Tuve miedo, Carlos, un pánico que me paralizó. Me parecía una pesadilla, algo imposible, que mi hija pudiera hablarme así, con ese desprecio”.

Mentiría si os dijera que este es un hecho aislado, la realidad es que son algunos los padres que se ponen en contacto conmigo para exponerme situaciones parecidas. Y digo yo que deben de ser muchos más porque a los padres nos cuesta mucho trabajo contar cosas como estas, porque o nos avergüenzan o nos culpabilizan y no sé cuál de esas dos emociones es peor a la hora de educar.

Mirad, yo cuando escucho a unos padres contarme cosas así, no me escandalizo. Ni pienso para mis adentros el socorrido “una buena bofetada a tiempo”, ni tampoco me rasgo las vestiduras diciendo: “¡qué asco de sociedad estamos construyendo!  Intento abrir los ojos a los padres para que, por una parte, entiendan porqué ocurre esto y por otra, para exhortarles a que actúen. Porque algo hay que hacer. Vivir la educación de los hijos como si fueran hemorroides “sufriendo en silencio” no ayuda para nada a dar respuesta a estos hechos.

Vamos a llamarlo por su nombre, esto es maltrato, sí, maltrato. Pero os recuerdo que estamos educando a nuestros hijos, que con catorce años no están “terminados”, que claro que saben que eso no se le dice a una madre, ni a un padre, ni a nadie. A nadie. Estamos educando y por lo tanto somos espejo, somos modelo, somos guía. Somos padres dispuestos a afrontar los envites de hijos que tienen que aprender que ellos son los protagonistas de su vida y por tanto del malestar de su vida. Padres dispuestos a enseñar a nuestros hijos a tolerar la frustración por no poder hacer algo que deseas hacer, por tener que hacer cosas que no les apetecen. Padres dispuestos a enseñar a sus hijos las consecuencias que tiene no aprender a controlar su malestar.

La autoridad de un padre no se mide por lo que hacen los hijos sino por la capacidad de aplicar,  sistemáticamente, las consecuencias que determinamos van a tener los comportamientos de nuestros hijos.

¿Le vas a dar un bofetón para enseñarle que no se habla así?, ¿Le vas a meter miedo para que aprenda a no meter miedo? ¿De eso va la autoridad? ¡Qué va!, hay palabras que valen más que las bofetadas. Hay decisiones que valen más que las bofetadas, hay seguridad y convicción en la tarea educadora, en lo que los padres hacemos, que vale más que mil bofetadas.

Ante el maltrato, no te calles. Tus hijos tienen que saber perfectamente que todo su entorno familiar y escolar va a ser conocedores de esa conducta. Muchos padres se callan ante el resto de su familia, amigos, profesorado y ese silencio es abono para el maltrato. Lo repito, que un hijo insulte a sus padres puede ocurrir sin necesidad de que la criatura sea un presunto delincuente pero callándote no le ayudas ni al hijo ni a ti.

Habla con tu hijo, pero deja pasar unas horas o un par de días, hablar para que escuche, una por una, las palabras que te ha dichote voy a dar de hostias”, “me das asco” o lo que a la criatura se le haya ocurrido decir. Dile que escuchar eso, en la boca de quien quieres, te hace sentir mal. Dile que si por insultarte, cree que es mejor persona; dile que si le gustaría escuchar a otros diciéndoles esas mismas palabras  a su padre o a su madre; dile que si es más hombre, más mujer, por asustar, por intentar meter miedo. Dile que no le tienes miedo, que tú vas a luchar por no tenerle miedo porque no se teme a quien se ama. Que no se le olvide eso, que no lo olvide nunca, no hay ningún amor sano que provoque el más mínimo ápice de temor.

Habla con la familia, con tus amigos o con su tutor. No es por avergonzarlo, un padre que educa no pretende avergonzar, lo que debe de avergonzar es la conducta de maltratar no la de educar. No me callo porque no me das miedo.

Y luego lo dejas sin teléfono, sin maquinita,  sin salir, sin excursión o lo que creas que es conveniente y ajustado a lo que ha hecho el hijo, no por venganza sino porque tu hijo tiene que aprender que todos los hechos tienen consecuencias.

Y cuida tu entorno, cuida lo que haces y lo que dices, porque nuestros hijos se fijan mucho en lo que hacemos los padres. Se fijan en todo.

Y si te pide perdón, lo perdonas. Pero le recuerdas que lo que ha pasado, ha pasado, y eso ya no tiene remedio,  que tiene muchos días por delante para seguir aprendiendo. Pero que no le tienes miedo, lo que le tienes es cariño, amor.

Son niños, adolescentes, menores que están aprendiendo. De ti padre y madre depende que tu hijo aprenda nítidamente qué hacer para no convertirse en un maltratador.

Ánimo. Pero esto es lo que tiene ser padres, que a veces, los que más quieres, te hacen sentir fatal.

¿La culpa? No pierdas el tiempo buscando culpabilidades, hay opiniones para todos los gustos. Tú a lo tuyo, actúa. Educa.

La tarea de ejercer de padres

Sobre el autor

Carlos Pajuelo Morán, psicólogo y padre de dos hijos, ejerce su tarea de Orientador en el Equipo Psicopedagógico de Atención Temprana de la Consejería de Educación y Empleo. Durante 21 años ha sido profesor asociado en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura. En este blog los padres y madres interesados por los temas de la educación encontrarán información fácil y accesible, basada en aportaciones de la psicología y la psicopedagogía, que les ayude a identificar las competencias y habilidades que como padres poseen y a utilizarlas de la manera más eficaz para poder seguir ejerciendo esta apasionante, aunque a veces ingrata, tarea de ser padres.


mayo 2016
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
3031