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Israel J. Espino

Extremadura Secreta

Las duendas extremeñas: casadas, muertas y solteras

Ilustración de Borja González para ExtremaduraSecreta/

 

 

Las Duendas existen. Y viven en Extremadura. Y si no me creen, sigan leyendo.

 Los siempre grandes Canales y Callejo afirmaban erróneamente en su fantástica Guía de los seres Mágicos de España que las Duendas hispanas no existen. Lo decían porque todavía nos habían ido mucho a Extremadura, donde aún viven (o vivían hasta hace bien poco) comiendo castañas y trasteando en las casas.  

 No se lo digo yo, que lo relatan nuestros abuelos y los grandes expertos duendiles que tenemos en nuestras tierras. Solo hay que leerlos y escucharlos.

 Felix Barroso, por ejemplo nos habla de la pareja formada por la duenda y el duende zunguluteru. El duende zunguluteru es un “ hombre chiquinino” y negro como un carbón, amigo, como todos los duendes, de trastear en la casa y ponerlo todo patas arriba, revolviendo las habitaciones y molestando durante el sueño  para desesperación de sus dueños.

 Cuando llegaba la noche,  el duende zunguluteru y la duenda entraban en las casa por el lumbrero, que era un agujero que había en el tejado  para que saliese el humo y entrase la luz, y que se tapaba con una lancha cuando llovía.

 

Los duendes entraban en las casas por el “lumbreru”, que era una agujero practicado en el tejado de las casas y que se tapaba con una lancha (Fotografía de Jimber para Extremadura Secreta)

 

Y no llegaba en silencio, que llegaba cantando:

 

Yo soy el duende zunguluteru:

y he nacío en Cirimea;

me crié pa los disiertos

y calvo estoy de la cabeza.

Tengo cien años cumpríos

y estoy mamando la teta.

 

La duenda, mientras, se sentaba a la lumbre durante toda la noche, royendo castañas blandas, que al parecer son el plato preferido de esto seres femeninos.

 A veces, el duende zunguluteru echa una mano a las familias manazas, y eso lo sabe bien una señora a la que se le reventaban todos los embutidos de la matanza, y que escuchó una noche un ruido de pasos en  la bodega, por lo que se decidió, venciendo el miedo, a acercarse  y a asomarse por la cerradura, quedándose pasmada al ver como a la luz del candil, el duende zunguluteru estaba embutiendo el mondongo mientras cantaba:

  

“Pa embusar bien los mondongos

 se necesita tener

 permiso del señor duendi

 y de la duenda también”

 

Y debe ser verdad, porque Flores del Manzano nos cuenta como en  Nuñomoral le paso lo mismo a una familia que estaba de matanza y a la que una pareja de duendes reventaba todos los chorizos que embutían. Tras una intensa vigilancia por parte de la dueña de la casa, vio bajar a medianoche por el consabido lumbreru a un hombrecillo, diminuto, pero con unos pies muy grandes, que cantaba la misma canción, pero cambiando los mondongos por chorizos, que a mí también me gustan más.

 Y para terminar con mi demostración de que las duendas existen, voy a invocar al sagrado nombre de Dominguez Moreno, la tercera pata de esta santísima trinidad folclorista del norte extremeño.

  Domínguez recoge en sus escritos no a un duende, sino a dos,  que se quedaron viudos y con un duendín por criar, y no les quedó otra que pedir ayuda a las buenas señoras de Ahigal. Si quedaron viudos es porque había duendas en el pueblo, aunque estuviesen ya criando malvas o las flores que críen los duendes, que a tanto no llega mi conocimiento de los seres elementales, que diría el bueno de Paracelso.

 Así pues, queda confirmada la existencia de duendas en territorio extremeño, cosa que ya saben desde hace siglos en en el Valle del Jerte, donde conocen bien a la Pomporrilla, una duenda casera y enredadora amiga de hacer trastadas por la casa, mover los cacharros y los muebles y producir ruidos. De enana estatura enana y cuerpo feo, tiene la tez negruzca y el  pelo greñoso, por lo que no resulta muy agradable de ver.

 

La duenda Pomporrilla se dedica a trastear con los cacharros de la casa (Foto: Jimber)

La duenda Pomporrilla se dedica a trastear con los cacharros de la casa (Foto: Jimber para Extremadura Secreta)

Se sabe que es hembra por su única y distintiva teta, atrofiada y enflaquecida, que aparece en su busto. Su boca succionadora casi carece de dientes, poseyendo sólo alguna muela para roer las castañas, su alimento favorito, que suele ir a buscar al sobrado o desván, que es donde se colocan en las casas jerteñas.

 En Piornal, afirma Flores de Manzano, hasta hace bien poco aún se decía a los zagales:

 

-¡Duermete , niño, que viene la Pomporrilla!

 

Como para dormirse.

 

 

Leyendas y creencias de una tierra mágica

Sobre el autor

Periodista especializada en antropología. Entre dioses y monstruos www.lavueltaalmundoen80mitos.com www.extremadurasecreta.com


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