Hoy es San Valentín, el día en que los que no tienen pareja dan más pena que de costumbre. En Extremadura Secreta siempre hemos estado del lado del caído, por eso vamos a ofreceros unos cuantos conjuros “de los de toda la vida” recuperados del olvido para quien quiera (allá él o ella) conseguir a esa media naranja que se le resiste con la acidez de un limón.
Las brujas extremeñas han sido siempre expertas en infundir, romper y recuperar amores, y en muchas ocasiones es el mismo amor el que las convierte en hechiceras. Uno de los casos más representativos lo rescata la historiadora Isabel Testón, y es el de Catalina Díaz “la Pecera”, famosa hechicera de Jerez de los Caballeros que alcanzó una gran maestría en las prácticas mágicas para hacer frente a un problema personal: era una mujer deseosa de ser amada, y usaba y abusaba de los hechizos para conseguir sus fines.
Está casada con un tal Lorenzo Pérez, pero no contenta con el amor que éste le prodiga, conoce nueve remedios diferentes entre oraciones y sortilegios para que Lorenzo llegue a quererla con mayor intensidad. A la vez tiene un amante, y no satisfecha tampoco de su amor, dispone de seis remedios para poner en práctica cuando las circunstancias lo requieren, y ser de este modo también querida por su amante. Finalmente, como su marido se toma a la tremenda lo de sus amores ilícitos y la maltrata, conoce tres oraciones diferentes para apaciguarlo y conseguir así que en el matrimonio reine la paz. A eso se le llama tener un remedio para todo.
Debía ser conocida de María de Medina, la mujer del organista de la catedral de Plasencia. A esta la rescata del olvido nuestro insigne investigador Fermín Mayorga, quien nos cuenta que usaba una oración qué había que decir acostada en la cama y sin santiguarse, para que fuese a ella el hombre que quisiese. Tomen nota, señores y señoras, y reciten de carrerilla, que esto no requiere sangre, sudor ni lágrimas, aunque sí un poquito de mala leche.
– En esta cama me acuesto
a dormir y holgar,
y mi cuerpo descansa
y a (fulano) mala noche llevara.
Allá le envío una cama
el colchón sea de hormigas,
el cobertor de ortigas,
por almohada lagartos pintos,
y a la cabeza cien silvas,
de ellas preñadas y de ellas paridas
tales ansias y vascas les de por mí,
como tenían las silvas cuando querían parir”.
Ahí lo dejo.
Otra que vive en Plasencia (que debía ser por aquel entonces el paraíso de las adúlteras aficionadas a la magia) es Catalina García, una asturiana que anda como loca buscando remedio para que vuelva a ella su amante, que la ha dejado. Encuentra a Francisca López, una cordobesa que también vive en Plasencia y que le enseña ciertas oraciones para conseguir por las malas lo que no puede conseguir por las buenas. Apunten, apunten porque esta también tiene miga:
“Así té ligo y té encanto
con tres frailes de misas,
tres monjas profesas,
y tres hombres muertos a hierro,
el uno ladrón,
el otro judío,
y el otro salteador,
que vayan a ti
y te den tres puñaladas
en el corazón.
Que de mí tengas dolor,
y si de mí tienes algún enojo
así se te deshaga
como se deshace esta sal en el agua,
echando en ella tres granos de sal”.
Hemos de suponer que este bello conjuro antisemita y camorrista al mismo tiempo iba acompañado del acto de arrojar granos de sal en un recipiente con agua. Barato, desde luego. Efectivo, lo ignoramos.
Ya si eso los prueba usted y nos los cuenta…