Hoy se recuerda en alguna localidades extremeñas, como Aceitunilla y Jaraiz de la Vera, a un santo lusitano con vocación de detective y casamentero. De cómo se las apaña para encontrar cosas perdidas ya hablaremos otro día, que hoy nos vamos a quedar con su poder para encontrar novio.
Cuenta la leyenda popular que eran muchas las jóvenes parejas que se acercaban a Antonio de Padua en busca de consejo para arreglar sus desavenencias amorosas, y se quiere hacer ver que posiblemente debido a ello siglos después se mantuvo la tradición de pedir a san Antonio un novio, imaginamos que para tener con quien discutir.
La cosa viene de lejos, porque ya en 1636 la Santa Inquisición condena por hechicera a María Sanero, alias “La Chacona”, una mujer soltera de 36 años que vivía en Valle de Matamoros, aunque nació en Jerez de los Caballeros.
Según recoge el investigador Fermín Mayorga, La Chacona fue detenida “por cosas de hechicerías y embustes, y de ser una mujer que dominaba muchas oraciones para atraer a los hombres hacia las clienta que se lo pedían”. Ha quedado para la posteridad la oración a San Antonio de la hechicera jerezana, que pongo a su disposición por si quieren probar suerte:
Paulo Antonio, Paulo Antonio, Paulo Antonio
en Lisboa nacido,
(tres veces se repite)
y en Padua criado,
y que estando predicando por un ángel se fue revelando
que tu padre debía de ser ahorcado,
y el río mar pasaste
y una voz oíste que te decía,
Paulo Antonio vuelve atrás
que lo que pides se te otorgara,
lo perdido se hallara,
y lo revelado y lo pedido otorgado.
Así como encontraste en tu breviario al hijo de Dios sentado,
así me traigas a fulano para que venga a tener conmigo donde quiera que estuviere sin que duerma ni sosiegue
hasta que conmigo esté.
Esta oración la hacía La Chacona a las doce de la noche con una vela de cera encendida, y al parecer antes de acabarla, la persona nombrada y requerida se presentaba en la mismísima puerta de la hechicera.
Si la oración no surte efecto hay que pasar a mayores, normalmente atacando sin piedad a la imagen del santo o, lo que es peor, al secuestro del niño Jesús que lleva en brazos.
Eso lo saben bien en Cáceres y en Fuente del Arco, donde las muchachas solteras del pueblo secuestraban al niño que sostenía la imagen de San Antonio que se encuentra en la ermita de la Virgen del Ara, y lo mantenían en su casa hasta que les salía novio, o hasta que aquellas que ya lo tenían resolvían sus disputas con el mozo enfuruñado. Una vez reinaba el amor y concedido el deseo, lo devolvían a su sitio sin que nadie las viera.
“Eso ha estado sucediendo aquí hasta hace poco”, contaba Ana Calderón, una señora del pueblo que conoce bien la tradición porque ella misma se encargó, en su época más joven, de robar al niño, aunque no fue para buscar novio, sino para que el cura no lo vendiera.
Y tan convencidas estabas de su efectividad, que ni siquiera lo devolvían cuando la pareja (no la de la moza, sino la de la Guardia Civil) iba buscando al Niño por las casas y los cortijos de la zona, alertada de su desaparición por el párroco.
Al parecer, este rosario de secuestros infantiles terminó cuando el párroco de la ermita decidió pegar al Niño a San Antonio y evitar así nuevos raptos “amorosos”. .
Claro, que esto no fue óbice para que las solteras del pueblo se decidiesen por otra de las maneras de “pillar cacho”: Se le tiraban piedras al ombligo del santo, y a la moza que acertaba le salía novio a los pocos meses.
En Cáceres las casamenteras se conformaban con tirarle del cordón de su hábito, en una especie de llamada de atención. Cuenta el sacerdote Manuel Femia Godoy que desde tiempo inmemorial tiene dedicada una diminuta capilla en el barrio judío de la ciudad, a la que acuden las mujeres que han perdido sus encantos de juventud para pedirle un buen novio, a cambio de gratificaciones económicas que varían en función de los valores estimados del pretendiente. Vamos, lo que se llama un soborno en toda regla.
Y es que mejor sobornar que coaccionar, porque la última manera de conseguir novio gracias a San Antonio es más propia de la mafia que de feligresas solteritas: En algunos pueblos de la comarca de Llerena se coge al santo (sin el niño) y lo cuelgan boca abajo en un pozo, metiéndolo de vez en cuando en las frías y oscuras aguas.
El remedio será efectivo, pero una queda señalada para toda la vida por el soniquete:
Tu fuiste la que metiste
A san Antonio en el pozo
Y le diste zambullías
Pa que te saliera novio.
Seguro que en nuestras tierras hubo más de una célibe que solo buscaba un buen mozo que la achuchase y lo único que encontró fue un mote para toda la vida: La “mojasantos”.