Levantado en el siglo XVIII por los frailes franciscanos sobre restos romanos y visigodos como convento y hospital de pobres, el actual parador de Mérida , uno de los más antiguos de España, recibió el nombre de convento de Jesús Nazareno.
La construcción del convento-hospital comenzó hacia 1724 y gracias a las limosnas del vecindario, siguieron los hermanos realizando obras de ampliación en el edificio hasta mediados de siglo.
Los franciscanos continuaron su labor asistencial hasta la Guerra de la Independencia, cuando tienen que abandonarlo, y aunque volvieron en 1817, y se afanaron en restaurarlo y continuar su labor asistencial (especialmente en la lucha contra la epidemia de cólera de 1833), termina siendo blanco de la desamortización y los frailes lo abandonan definitivamente hacia 1842, cuando el Estado destina el edificio para casa de dementes de la ciudad.
Pero al parecer, no todos los frailes decidieron abandonar para siempre el edificio, y al menos uno de ellos permanece aún hoy entre las paredes del antiguo convento. A este fraile, al parecer, solo pueden verlo aquellas personas que tienen una sensibilidad especial, más afinada que la del resto de los seres humanos. Y, por supuesto, los médium y los sensitivos.
Hace unos cuantos años una familia compuesta por cinco miembros (los padres, dos hijos y la abuela) estuvieron alojados en el parador durante tres días. A la hora del chek-out, cuando se disponían a abonar su factura, la abuela, con voz cómplice y un poco rogatoria, le comentó al recepcionista:
El rostro de estupefacción del recepcionista (acostumbrado, por otra parte, a las peticiones más extrañas) dejó ver a las claras que allí no había ningún fraile ni se le esperaba.
Ante su sorpresa, la hija de la señora que veía frailes le aclaró al recepcionista que su madre era bastante “sensitiva” y que no era esa la primera vez que contemplaba a extraños personajes que el resto de los humanos no acertábamos a ver.
Ya hemos hablado de cuales son las habitaciones encantadas del parador, del niño fantasma que llora desde los armarios y aparece en las esquinas, e incluso en las rutas turísticas de Mérida Secreta estas extrañas apariciones del parador ya eran secretos a voces, así que, enterados de los extraños sucesos, el programa de televisión “Cuarto Milenio”, dirigido por Iker Jiménez, se interesó por la actividad paranormal del lugar.
En el equipo, encabezado por el tenaz periodista Javier Pérez Campos, se encontraba la famosa sensitiva Paloma Navarrete, quien no tardó en “ver” al fraile, quien le comunicó que su nombre era “Fray Domingo Gabriel”.
Tras aquella comunicación, comenzamos las pesquisas y localizamos a un Fray Domingo muy vinculado al edificio. Tan vinculado, que llegó a ser el presidente de la hermandad, y el creador hacia 1760, junto con el doctor Forner y Segarra de un jardín de antigüedades dentro del convento que con el tiempo sería el germen del futuro Museo Arqueológico.
Su nombre completo era realmente Fray Domingo de Nuestra Señora, aunque es cierto que el convento pertenecía a la provincia franciscana de San Gabriel. Navarrete no se había equivocado.
Pero Paloma, que además de ver a los muertos, tiene la extraña facultad de comunicarse con ellos con una facilidad pasmosa, le pregunta al fraile fantasmal porqué sigue en el edificio, a lo que él le contesta que no se va porque tiene mucho que hacer, “tiene que ayudar a sus hermanos”.
Nuevo acierto de Paloma, pues cuando seguimos investigando descubrimos que Fray Domingo murió en 1764, durante una epidemia provocada por la guerra con Portugal, una epidemia que se llevó también por delante a la mayoría de los frailes que se esforzaban en sanar a los enfermos que tenían a su cuidado.
Se crea en los fantasmas o no se crea en ellos, lo cierto es que mientras quede en pie el último capitel y el último árbol del mágico jardín de antigüedades, Fray Domingo formará parte para siempre del convento, perenne, erguido y eterno como sus queridas columnas de mármol.