Cuando hablamos de amazonas todos tenemos en mente el mito clásico de las bellas mujeres guerreras que se cortaban un pecho para poder disparar mejor sus arcos (de hecho, existe una etimología popular según la cual su nombre procede del “a-mazos”, es decir, “sin pechos”).
Aquellos que hayan sentido curiosidad por este pueblo de mujeres y haya seguido indagando, habrá descubierto que la leyenda cuenta que para evitar la extinción de su raza, las amazonas visitaban, una vez al año, a una tribu vecina, y copulaban con ellos. Si de estas uniones nacían niños varones, se sacrificaban o se devolvían a sus padres, pero si nacían niñas las conservaban, eran educadas por sus madres y se las adiestraba en las labores de campo, de la caza y de la guerra.
Marco Polo, en el siglo XIII habla de esta tribu estrictamente femenina que vivían en una isla, Isla Mujer, pero como ocurrió con otros seres mitológicos como los hombres salvajes, las amazonas, a medida que el hombre conquistaba nuevos territorios y las fronteras cada vez estaban más alejadas, fueron alejándose también, retirándose a los confines del mundo conocido. Y cuando llega la Era de los Descubrimientos, la imaginación popular las traslada a las nuevas tierras recién descubiertas, más allá del océano.
A las amazonas se las mencionan ya en el primer relato europeo sobre América, el diario del Primer Viaje de Cristóbal Colón. En su entrada del 16 de enero de 1493 escribe, supuestamente en base al testimonio de los pobladores nativos, una versión similar a la descripción que siglos antes había realizado Marco Polo.
El extremeño Hernán Cortés, conquistador de Méjico, refiere al rey de España Carlos V en 1524 una nueva ubicación del mito de las amazonas: Cihuatán, al Noroeste del Valle de México.
Y así mismo me trajo relación de los señores de la provincia de Cihuatán, que se afirma mucho de haber una isla poblada de mujeres, sin varón ninguno, y que en ciertos tiempos van de la tierra firme hombres que con ellas han acceso…y si paren mujeres las guardan; y si hombres, los echan de su compañía
Dos décadas después, la expectativa de encontrar las amazonas en el Nuevo Mundo seguía intacta. Otro extremeño, esta vez el sacerdote trujillano Gaspar de Carvajal, acompaña al conquistador español Francisco de Orellana (también extremeño y trujillano) por río Marañón en Sudamérica, en 1542. El sacerdote narra en sus escritos como en esta expedición sufrieron el ataque de mujeres guerreras que desde la orilla le disparaban dardos de cerbatanas y flechas.
“Estas mujeres son muy altas y blancas y tienen el cabello muy largo y entranzado y revuelto a la cabeza : son muy membrudas, andaban desnudas en cueros y atapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos, haciendo tanta guerra como diez indios, y en verdad que hubo muchas de éstas que metieron un palmo de flecha por uno de los bergantines y otras menos, que parecían nuestros bergantines puerco espín.”
Muy inventada no tuvo que ser la cosa, porque el pobre sacerdote perdió un ojo en esta aventura. El mismo triste destino que había sufrido en otra batalla otro insigne conquistador trujillano: Francisco de Orellana, que recibiría el sobrenombre de “el tuerto del Amazonas”.
En uno de los combates con estas tribus vieron mujeres que animosamente peleaban como capitanes delante de los indios, a las cuales consideraron, por las referencias anteriores, como las amazonas, por lo que decidieron dar ese nombre al rio que estaban navegando.
Retomando el tópico de la relación entre las amazonas y los hombres, Carvajal cuenta como el capitán interroga a un indio sobre esta tribu de amazonas:
“Y el capitán le preguntó (a un indio) que si estas mujeres parían : él dijo que sí. Y el capitán dijo que cómo, no siendo casadas ni residiendo hombres entre ellas, se empreñaban : el indio respondió que estas mujeres participaban con hombres a ciertos tiempos y que cuando les viene aquella gana, de una cierta provincia que confina junto a ellas, de un muy gran señor, que son blancos, excepto que no tienen barbas, vienen a tener parte con ellas (…) y que están con ellas cierto tiempo y después se van. Las que quedan preñadas, si paren hijo dicen que lo matan o lo envían a sus padres, y si hembra que la crían con muy gran regocijo, y dicen que todas estas mujeres tienen una por señora principal a quien obedecen, que se llama Coñori.”
El indio sigue contando como en la ciudad donde reside la reina Coñori había cinco casas del sol, donde tenían sus diosas de oro y de plata. Estas casa, desde los cimientos hasta medio estado en alto, estaban planchadas de plata todas a la redonda, y los bancos también era de plata, y los techos de estas casas están forrados con plumas de papagayos y de guacamayas.
Lo cierto es que los extremeños no llegaron nunca a encontrar este famoso pueblo de las amazonas, a pesar de que Orellana, una vez que volvió a España, consiguió que le nombrasen gobernador de aquellas tierras. Y regresó a ellas, quizás con la esperanza de conocer por fin a la hermosa reina Coñori y a su pueblo de bellas mujeres blancas con templos de paredes de plata y tejados de plumas.
Pero el hombre propone y los dioses disponen, y Orellana perdió la vida en el mes de los muertos de 1546, intentando remontar el Amazonas. La selva, el rio y las diosas de oro y de plata de los templos perdidos se cobraron su tributo de sangre , y la tribu de las mujeres guerreras se disolvió, una vez más, en las brumas del mito y la leyenda.
http://www.cervantesvirtual.com/obra/descubrimiento-del-rio-de-las-amazonas–0/
http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/pdf/gaspardecarvajal.pdf