Si usted ha decidido conseguir el amor “a lo burro”, se lo voy a poner facilito. Barra libre de recetas “asnalógicas”. A la espera de que podamos leer el nuevo libro del investigador Fermín Mayorga, “Extremadura, Tierra de brujas”, voy a presentaros a un rosario de hechiceras castúas que acabaron delante de la Inquisición, pero que antes suponemos que se llevaron por delante a unos cuantos mozos y señores gracias a la farmacopea mágica que extraían de los jumentos.
Con cuarenta años y ya viuda encontramos viviendo en Plasencia a una portuguesa, Doña Isabel de Landin, alias “Isabel Vázquez”, que utiliza la figura de San Erasmo para enamorar hombres y mujeres. Delante de la pintura declama:
– “Erasmo que por amores enfloreciste,
y fuiste asno,
haz de fulano asno
y de mí pega
qué le suba por el rabo
y le baje por la cabeza”
Y luego le arreaba diciendo “¡arre asno!” dándole de varadas a la figura del santo, y afirmaba qué así el hombre o la mujer hechizados se ablandaban de tal manera que se podían hacer con ellos lo que se quisiese. Habría que verla.
Y siguiendo con burros y acémilas, justo es recordar a María Megias, “La Novela”, una viuda de La Parra acusada de bruja, hechicera y embustera por cuatro testigos en 1639. Se le acusa de hacer conjuros y remedios para que los hombres quieran más a las mujeres dándoles de comer seso de asno negro.
Y no me pongan cara de asco que el que algo quiere, algo de cuesta, y lo que a unos les da grima a otros les parece suculento. Y si no que se lo pregunten a los vecinos de Calzadilla (sí, sí, donde el lagarto gigante) que elaboran, en sus fiestas patronales, un manjar elaborado con burro llamado, precisamente El Burranco, que se elabora en las fiestas patronales del Cristo de la Agonía, y que aún hoy se puede degustar durante los días de fiestas en los bares de la localidad.
Pero si quieren una receta más elaborada no se preocupen, que también las tenemos. No es de El Bulli, pero casi. Catalina Daca, una hechicera de Alcántara, aconseja a las mujeres malqueridas tomar un poco de cebada y dársela de comer a un jumento mojino ( un burro negro, vaya). Cuando la esté comiendo, hay que quitarle un poco de la que masca y sembrarla, y de lo que allí nazca hay que hacer un poco de perejil y dárselo de comer al marido. Algunos dirán que sigue siendo una guarrada, pero qué quieren que les diga, a burro viejo poco verde.
Y hablando de cebada, hay que recordar a Francisca Pérez, “La Marracha”, que con 40 años vivía en Garrovillas de Alconétar. Su fama es tal que se mueve por todo el norte de Extremadura. A una mujer que acude a ella para estar bien con su marido le ordena tomar un poco de cebada, atarla a la manga de la camisa de su marido, y ponerla también debajo del colchón, en la parte donde él duerme y que diga ciertas palabras que, por suerte o por desgracia, no han llegado hasta nosotros.
Por cierto, que muchas de estas hechiceras, mucho filtro de amor y mucha magia erótica, pero murieron más solas que la una. Vamos, que acabaron como el burro del aguador, cargado de agua y muerto de sed.