Hubo un tiempo, a finales del XVIII y principios del XIX, en el que los extremeños salían al campo con miedo. Y dormían con miedo. Porque existía una terrible araña que, si te picaba, ya podías despedirte de la vida, a no ser que bailases como loco.
Una vez que habían recibido el veneno de esta araña, llamaban a un músico para que tocase una melodía determinada con la vihuela, para que se pusiera a tocar a un ritmo frenético. El enfermo se ponía a danzar como un poseso, sudando la “gota gorda” durante horas, hasta que caía extenuado, y debido a estos movimientos y sudores, se creía que expulsaba el veneno, con lo que se salvaba la salud y la vida.
En otras partes de Extremadura se cambiaba la vihuela por la guitarra, más a mano, teniendo en cuenta, además, que como afirma la antropóloga Yolanda Guio Cerezo, “ la araña tiene inscrito en su propia panza el remedio más eficaz para la curación de su venenosa picadura: la guitarra”. Se trata de la “araña de violín”, de la que se sospecha que aún hoy sigue causando estragos en nuestros parques.
Y si la música era importante, no lo era menos la letra, aunque el nombre del arácnido cambiase de una zona a otra. Nuestros abuelos cantaban aquellos de:
“Si acaso te pica la tarantela,
tendrás que bailar con una vihuela;
si la tarantela te llega a picar,
con una vihuela la tiés que bailar”.
Y en Guadalupe aún hay quien recuerda oír cantar a su madre:
” Si vas al campo, llévate la vihuela
por si te pica la tarantuela“.
Y es que la araña, animal maldito, siempre ha provocado temor en los hombres. Es nocturna, es extraña, pica y se oculta en los rincones más inaccesibles. Por eso también se cantaba:
“La tarantuela, la tarantuela,
la tarantuela, la tarantuela
Se mete por todos los rincones
Y al que pica le dan sensaciones”.
Y las sensaciones no debían ser muy buenas, oiga, porque con este animal, en las Hurdes, a la tercera va la vencida. Pero de verdad. Porque aún a día de hoy está muy extendida la firme creencia de que la tarantanchuela «perdona dos veces», pero jamás una tercera.
En Riomalo de Abajo, Iker Jimenez entrevistó a Gonzalo Martín Encinas, una persona que ha vivido la mayor parte de sus años en otras provincias españolas y que no se siente muy ligado a las diversas tradiciones referentes al mundo mágico hurdano, quien le confirmaba, cómo la historia de «las tres picaduras» era algo absolutamente real para él.
La primera vez que le picó tenía seis años, le entró una fiebre terrible y ya le advirtieron las gentes de la zona de Aceitunilla que aquello era la tarantanchuela y que se anduviese con cuidado, no le fuese a «cazar» otras dos veces, porque a la tercera te mata, sea cual fuere el tiempo que pase o las medidas que tomes.
Volvió a picarle de nuevo cuando tenía treinta y dos. Se estaba bañando y la vio allí, al final de la corriente. Intentó nadar hacia el otro lado, pero sintió la picadura en la espalda. Volvió a estar tremendamente fastidiado, con un dolor difícilmente imaginable. Ahora ya solo le queda la tercera, por eso tiene que andar con mucho ojo. A la tercera va la vencida.
Y es que lo cierto es que las arañas gigantes abundan en nuestras tierras. La Araña Lobo abunda en la zona de Fregenal de la Sierra, y la araña más grande de Europa, la Araña de los Alcornoques, vive en el sur de la provincia de Badajoz. Pero no hace falta irse al campo. En 2008 apareció una gigantesca tarántula en el centro de Cáceres, en plena Madrila.
Con estos mimbres, solo podemos estar seguros, si hacemos caso a nuestros abuelos, un solo día al año: El día de San Jorge. Porque afirma Publio Hurtado que este día es nefasto para los morgaños y las arañas, y basta con invocar al santo para que todo bicho de esta especie detenga su carrera y se deje matar.
Será cuestión de probarlo, pero no las maten a la primera. Al fin y al cabo ellas, corteses y educadas al fin y al cabo, nos dan tres oportunidades. No vamos a ser menos.