Aquellos que viven alejados del campo pueden pensar erróneamente que están a salvo de monstruos y fieras. Gran error. No aconsejaría a los habitantes de Badajoz que pasaran noche alguna cerca del Molino de la Tarasca, porque aunque hace siglos que la bestia que lo habitaba no da señales de vida lo cierto es que nunca apareció el cuerpo, y aún hoy apenas algunos mendigos osan resguardarse en sus vetustas paredes.
Este molino harinero de origen romano y de una sola piedra se usaba antaño en invierno, cuando el río Rivillas aumentaba su caudal provocando estragos entre los terrenos más próximos. Y allí tenía su refugio una terrorífica fiera que atemorizaba en el siglo XIV a las gentes de la Albufera (que es como antiguamente se denominaba a La Albuera), saliendo a los caminos y atacando a cualquiera que pasase por sus dominios, enroscando su cola en la garganta de los desdichados y ahogándolos después.
Lo cierto es, según afirma el cronista de Badajoz Nicolás Díaz y Pérez, en el “Correo de Extremadura” de 1900:
“Que en el siglo XIV vivía en Badajoz un médico hebreo , llamado Isaac Cohen, morador de la calle Almotacén…… que a orillas del Calamón, no lejos de donde estuvo situada la ermita de los Mártires, existe aún una fuente que lleva el nombre de “Los Alunados”… y que no muy distante de esta fuente existe un antiguo molino harinero que aún hoy mismo se llama “de la Tarasca”, porque es tradición que en él se guarecía el monstruo que en el siglo XIV tanto terror infundió entre los campesinos de Badajoz.”
Cuenta la leyenda que en una ocasión, allá por 1480, en una noche de fuerte tormenta vinieron a buscar por varias veces al médico judío Cohen a su casa para atender al porquero de la Albuera, hasta que por 700 maravedíes lo convencieron. El judío, una vez allí, consiguió sacar al enfermo otros 100 maravedíes por unas “hojas y raíces de dedalera”, pero a pesar del desembolso el pobre desgraciado moría instantes después.
En el viaje de regreso el médico y sus acompañantes se disponían a descansar unos momentos en las cercanías de la Ermitade los Mártires cuando de la espesura de los matorrales que cercaban el camino surgió un ruido sobrecogedor que detuvo de repente el paso de los caballos. Cohen, que no montaba bien, cayó al suelo en el momento en que un extraño animal parecido a un dragón se le abalanzó y le enroscó parte de su cola al cuerpo. Médico y monstruo desaparecieron en dirección a la Fuente de los Alunados, donde más tarde encontrarían ahogado al galeno. Sus acompañantes, dos moros conversos con fama de alunados que dieron más tarde nombre a esta fuente, invocan a Santa Marta y la Tarasca escapa a su guarida, en las inmediaciones del molino.
Y es que el médico hebreo debería haber atesorado entre sus muchos conocimientos aquel que cuenta que La Tarasca se ensoberbia en los días de grandes tempestades, y al cesar la tormenta sale por el campo a saciar su furia en el primero que se encuentra, estrangulándolo y ahogándole después donde haya agua.
Y también debería haberle impuesto algo de temor el pasar por allí de noche, ya que el aspecto de La Tarasca no anima a domesticarla. De hecho, el profesor Pedro Montero, en un artículo titulado “La Tarasca o la fuente de los alunados” lo describe como un
“animal selvático y montaraz, una especie de dragón con seis cortas patas parecidas a las de un oso, un torso similar al de un buey, con un caparazón de tortuga a su espalda y una escamosa cola que terminaba en el aguijón de un escorpión”.
Ahí es nada. Por cierto, que tan temible monstruo no fue jamás abatido ni encontrados sus restos, por lo que aún hay quien afirma que continúa oculto entre las ruinas, al menos en los periodos en los que Confederación Hidrográfica del Guadiana no desbroza la zona y la hierba crecida permite la ocultación del mito.
La Fuente de los Alunados se construyó en el año 1311 en el Cerrillo de los Mártires, junto al puente del arroyo de Calamón cerca de la desaparecida Ermita de los Santos Mártires, la iglesia parroquial de la llamada Aldea de la Mañoca y del conocido Puente de las Brujas hasta hace poco en servicio. No existe en la actualidad la fuente ni el puente.
Del molino, (que se encuentra situado junto al puente del Rivillas por el que se accede a la Avenida Juan Sebastián Elcano), si no se pone remedio, pronto solo quedará la leyenda y el nebuloso recuerdo del mito de La Tarasca, devorando entre sus fauces los escasos jirones de la memoria que aún conservamos.