Algunos de los secretos mejor guardados de Arroyo de la Luz se esconden detrás de cualquier esquina. Historia, naturaleza, cultura… villa próspera de artesanos que hace siglos comprendieron que preservar las tradiciones es el único camino para que la identidad y el patrimonio de un pueblo perduren.
Sus calles, antaño salpicadas de alfareros, bordadoras o curtidores de pieles, conservan intactas intrigas y misterios que hablan de un taller donde viven unos seres mágicos que “duermen con los ojos abiertos” esperando que un repique de tambor, o el estruendo de un feriado cohete, les devuelva la vida.
De las habilidosas manos de Jesús Castaño surge la magia. Sin escatimar en horas, como buen artesano, este cacereño de pelo “blanco experiencia”, cual Geppeto extremeño, mantiene la honrada ambición de que sus figuras de cartón-piedra algún día revivan entre los muros de su almacén; el único en Extremadura donde se crean, de manera artesanal, gigantes y cabezudos.
El ilustre Miguel de Cervantes manifestó en alguna ocasión que, “donde una puerta se cierra, otra se abre”. Y esta historia es la prueba fehaciente de ello.
Después de varios años como jefe de administración de una empresa de jamones y embutidos, Jesús se quedó sin trabajo, «llegó la crisis y tuve que dejar la empresa en 2011, poco antes de que quebrase». Pasado un tiempo decidió hacer de su afición su nuevo modo de vida, y «así nació Cabezudalia, una empresa dedicada a realizar, restaurar y alquilar gigantes y cabezudos».
Las referencias a estos personajes son muy antiguas, en la mitología griega se describen como una tribu que habitaba en tiempos muy remotos debajo de la tierra. Sea como fuere, los gigantes y cabezudos han conseguido enraizarse firmemente en la tradición festiva popular y, generación tras generación, continúan persiguiendo a los niños más avispados, siendo testigo de burlas, llanto o risas; suscitando simpatía y miedo a partes iguales.
Este artesano extremeño nos desvela que «puede invertir hasta 150 horas de trabajo en una figura original, dependiendo de la complejidad del personaje». Durante el proceso de fabricación y caracterización, se basa «en fotografías que me facilitan los propios clientes, o si son para alquiler, en personajes infantiles de éxito como Bob Esponja o Hello Kitty». Están realizadas de manera tradicional, a base de cartón-piedra sobre un firme armazón de madera, hierro o aluminio que se recubre con vistosos ropajes.
«Los gigantes tienen una altura desproporcionada, creando un efecto de nobleza», revela Jesús, «mientras que en los cabezudos, de menor altura, destaca lo desproporcionado de sus cabezas, que les da un efecto cómico».
Los artesanos extremeños, y su labor cotidiana, constituyen uno de los patrimonios más valiosos de nuestra tierra. Personas que, como Jesús, se lanzaron a la compleja tarea de construirse el futuro con sus propias manos.
Y, aunque ya luce canas, por fortuna nunca ha dejado de alimentar a ese chiquillo que lleva dentro, ese que todos llevamos, aunque algunos lo dejaron morir tempranero. De este modo sus vistosas carrozas, gigantes y cabezudos recorreran las fiestas de toda España para devolverle la infancia a los nostálgicos, y convertir los pueblos y ciudades en un gigantesco teatro.
Por muchos años que pasen, cuando vuelvan a sonar los primeros redobles, los gigantes cobrarán vida y los cabezudos, infatigables, se asomarán a las calles para volver perseguir a los “niños”… algunos sobrados de primaveras, otros cortos de arrojo, que se desgañitarán armados con las mismas mofas y agravios en los que ya una vez, hace mucho, se escudaron sus tatarabuelos.