El casco histórico de Plasencia, dejando a parte su Catedral, no destaca ni sorprende a los visitantes por su monumentalismo, sino por su ambiente ciudadano lleno de dinamismo y actividad, por la pervivencia de su carácter de ciudad total, donde todo cabe y convive. Venimos observando, no obstante, cómo la zona histórica intramuros ha perdido muchos habitantes y cada vez son más las viviendas vacías. La pérdida de peso demográfico de una zona urbana supone, indudablemente, la consiguiente disminución de las actividades económicas.
Los efectos negativos de esta tendencia son aún más preocupantes en el caso de Plasencia, donde lo que está en juego es la pérdida de centralidad de la ciudad histórica (plaza mayor y calles principales); la pérdida de ese dinamismo que a todos sorprende y cautiva.
La evolución reciente de las actividades económicas desarrolladas en el centro tradicional e histórico de Plasencia ofrece un saldo negativo. Son muchos los sectores que han desaparecido o que están perdiendo peso, principalmente por haberse trasladado a otras zonas de la ciudad: bancos, oficinas profesionales, clínicas y consultorios privados, tiendas de muebles y electrodomésticos, comercios de alimentación, etc. Así, en la actualidad, el perfil de actividad del centro está dominado por la hostelería (bares y restaurantes) y por el comercio de vestuario y calzado. Lamentablemente, la actividad comercial, principal elemento dinamizador del centro histórico y uno de sus principales recursos patrimoniales, no pasa sus mejores momentos y eso repercute negativamente sobre todo lo demás.
Durante los últimos años, la propia Administración fomenta y trabaja en esta línea, deslocalizando servicios centrales y públicos: Policía Municipal, Comisaría de Policía Nacional, Nuevos Juzgados, Servicios Sociales, proyecto de nueva Plaza de Abastos, o Parque de La Coronación propuesto como nuevo centro urbano en el PGM en revisión. Son decisiones de gran peso que deberían pensarse más detenidamente, sobre todo por sus impactos espaciales, económicos y sociales sobre toda la ciudad.
Habría que estudiar la situación del centro histórico para tener un diagnóstico serio y poder comprender los costes (de todo tipo) de la política de deslocalización generalizada que se viene poniendo en práctica. Habría que evaluar adecuadamente el impacto de cada decisión política que implique el traslado de un uso o servicio del centro tradicional a nuevas zonas, o la planificación urbana que fomente esta tendencia. Es un sinsentido esta política de desvestir a un santo para vestir a otro, con la que la ciudad no crece ni prospera sino que se desarticula y pierde uno de sus valores esenciales: un centro dinámico y vivo.