Desde que Apple Macintosh inventó la acción copia y pega se puso fin a la tediosa tarea amanuense del plagio o el copieteo. Ahora todo es mucho más fácil: dos clic de ratón y listo. Así pasa lo que pasa. Y pasa en todos los ámbitos. Pero en toda copia que se precie, hay que ser un poquito cuidadoso, que luego se nota y hace feo.
Veamos, por seguir un ejemplo reciente, la Memoria de Información Urbanística de la revisión del PGM. Ya sabemos que los monumentos y los bienes culturales son más o menos los mismos de siempre, pero también sufren reformas, restauraciones y cambios de uso, como partes vivas que son de la ciudad. Hay que actualizar los datos de vez en cuando; no basta con copiar y pegar. Claro que, bien mirado, también puede tomarse como una invitación nostálgica a tiempos pasados, no siempre mejores (que esta ciudad ha mejorado mucho en el cuidado de su patrimonio en los últimos decenios).
Así, veremos cómo se nos dice que: el palacio de los Grijalvos (¿?) está en la calle de Hernán Cortés; que en la calle Trujillo está el Hospital Provincial; que en la plaza de Santa Ana está la Antigua Casa de Salud; que se protege el puente de hierro de la línea férrea (desaparecido en 1937); que la Magdalena está en estado ruinoso; que la Casa de Beneficencia forma parte del antiguo convento de Santa Clara; o que en la fachada de la casa número 25 de la calle de San Pedro hay una cabeza de toro celtibérico… ¡Qué recuerdos…! También que hay una portada de convento en la calle Calvo Sotelo, 21 (antigua Cilla del Cabildo), otro convento en la carretera de Cáceres (¿?)…
Y todo esto es sólo un botón de muestra. Hay errores en denominaciones, en localizaciones, en identificaciones, en pies de fotos… que parece el juego de verdadero o falso. Muy divertido si no fuese por el dinero que nos cuesta, de nuestros impuestos. Pese a todo lo dicho, lo peor es que es lo mismo de siempre, que se sigue dejando fuera de protección buena parte del patrimonio urbano y del entorno: la arquitectura de finales del siglo XIX y principios del XX, el patrimonio industrial, que se protege sólo el Acueducto renacentista (registrado con la peyorativa denominación de Arcos de San Antón, muy popular pero inadecuada para este tipo de documentos) y no la Antigua Cañería en su integridad, y un largo y penoso etcétera.