Traemos hoy a este blog, una muestra, la extremeña, de la España de los años cincuenta, vista por la Leica de la fotógrafa Inge Morath. “Morath no dispara con la cámara“, según Lola Garrido, quien también recuerda una frase de Cartier-Bresson: “Su mirada está a la altura del corazón”.
Inge Morath nació en el 1923 en Graz, Austria y falleció en Nueva York en el 2002. Fue una fotógrafa de origen austriaco nacionalizada estadounidense. Gran viajera, retrató con acierto las costumbres y rostros de los sitios que visitaba. Viajó por España a menudo y hay muchas fotografías de esas etapas. Estuvo casada con el dramaturgo Arthur Miller, después de que éste rompiera su matrimonio con Marilyn Monroe.
Se dice que su fotografía tenía ‘la capacidad de captar la celebración de la vida’. Colaboró con todos los grandes del mundo de la imagen y para todas las publicaciones más reconocidas. Después de trabajar como ayudante de Henri Cartier-Bresson durante algunos años, Morath entró definitivamente como fotógrafa de la agencia Magnum a partir de 1955. Es la fecha en la que podemos datar las tomas que presentamos hoy.
Fotografiaba justo lo que veía, pero con un ojo en el objeto del retrato y el otro en el alma del motivo retratado. Aunque pasará a la historia por el realismo de sus fotos, introducía en ellas una poética inédita antes en el fotoperiodismo.
Su fotografía sobre la España de los años 50 es todo un tratado con una composición de negros y perspectivas. Era la primera vez que Morath, viajaba por España, siendo asistente de Henry Cartier-Bresson y compañera de Robert Capa. En los años cincuenta, recorrió la geografía con su cámara, testimonio de un país de agricultores y curas con sotana negra, fiestas y piedras. Sus tomas están localizadas en Las Hurdes, Mazarrón, Pamplona, Ávila, La Alberca, Cáceres, Jaén, Barcelona, Vigo, Cádiz, Burgos, Navalcán y otras localidades.
Morath es una documentalista, no hace antropología social, y sobre todo es una fotógrafa que documenta un tiempo. Conocía a Balenciaga -le hizo modelos con un pliegue oculto en la espalda para guardar la cámara-, Picasso y Buñuel y ante estos genios pensó que tenía que conocer España. No ametralla al sujeto, no agrede con la cámara. No dispara, toma fotografías, como un documento artístico. Su marido, Miller, dijo que ésto se debe a la solidaridad y respeto por el ser humano desde su propia experiencia de acosada por el nazismo.
Su mirada está llena de humanidad y belleza. Como en el cine de Howard Hawks, la cámara está a la altura de la mirada, nunca busca ángulos de dramatismo. Es una fotografía muy bella, siempre en blanco y negro, que no busca el lado miserable de los años cincuenta. En la exposición celebrada en el Spanish Institute de Nueva York, la gente se fijaba en la elegancia del negro y la pana y la dignidad de las personas retratadas.
En las imágenes aparece también el carácter abierto de la fotógrafa, que sabía mezclarse con el pueblo y la aristocracia. España es uno de los proyectos de Inge Morath, junto con Rusia, China y el Danubio, que recorrió con Kundera y Magris. Consideraba que las culturas madre son la china, la rusa y la española. Como Cartier-Bresson se interesó mucho por el arte y dice que se aprende composición en el Louvre, el Prado y el Ermitage.
Repasando el portfolio de Morath, pueden encontrarse grandes constrastes entre las fotografías dedicadas a España y alguna realidad social de ese mismo tiempo, por ejemplo en Francia.
O en Inglaterra