Quizás si saliéramos hoy a la calle y preguntáramos a cualquiera si conoce algún hispanista, casi con seguridad, una aplastante mayoría respondería Gerarld Brenan. Pues bien, cómo no, Brenan visitó Extremadura, y es uno de los guiris de los que trataremos en este blogs. Escribió sobre ella a principio de los años 50 en el libro titulado La Faz Actual de España.
Lejos ya del Spanish Labyrinth donde intentó analizar las causas de la Guerra Civil, sus impresiones son diversas, como corresponde a alguien que formó parte del grupo de Bloomsbury y van más allá de responder al mundo visible. En uno de los párrafos siguientes puede avistarse el gusto del autor por la España auténtica que puede representar Extremadura, lejos de la globalización que ya empezaba a acechar:
“Pasamos Almadén con sus minas de mercurio, ocultas tras un mote, y llegamos a Castillo de Almorchón. Luego, surgió ante nosotros un espectáculo impresionante. Cuando alcanzamos la cumbre de una elevación, vimos repentinamente una gran llanura de un amarillo tostado o un lustroso ocre que se extendía hasta perderse de vista. Muy a lo lejos, se veían unos montes azules –los riscos de Guadalupe y Montánchez-, dando la impresión de que estábamos ante un lago interior sofocado por los juncos. Estábamos contemplando los Llanos de la Serena, la más oriental de las grandes zonas de pastoreo de ovejas de Extremadura. Mientras el tren avanzaba matraqueando, teníamos tiempo de examinar los caracteres de esta región. Matas de hierba grisácea, con brotes de retama y asfódelo; rebaños de merinos, guardados por perros de fiero aspecto y pastores que se protegían con pieles de oveja; cabañas redondas, con techo de bardas, como las de los bereberes del Norte de África; colmenas de barro, que no eran otras cosas que amontonamientos de tubos de desagüe, con unas piedras encima…Sin embargo, cuando llegamos a una pequeña estación, vimos al inevitable grupo de personas de la clase media, con sus pantalones bien planchados, sus relucientes zapatos y sus elegantes y garbosos sobreros, a la espera de tomar el tren. Hasta en las aldeas trogloditas de Almería y Murcia cabe ver a esta gente con su convencional uniforme ciudadano, como viajantes de comercio en sus jiras de negocios. ¡Qué monotonía presenta la vida española en contraste con la variedad y la reciedumbre de su telón de fondo!
En Villanueva terminaron los pasturajes y comenzaron los viñedos y los campos de grano. Luego, llegamos a Medellín. Aquí el Guadiana vuelve a la escena, ancho como el Támesis en Oxford y discurriendo al pie de empinado peñón coronado por un castillo morisco. Este pueblo es el lugar de nacimiento de Hernán Cortés, el conquistador de México; cerca de él se libró una de las más sangrientas batallas de la guerra contra Napoleón. Un ejército español a las órdenes del general Cuesta y, según relata un testigo presencial, las bandadas de buitres que se instalaron en el campo de batalla quedaron tan ahítas que, durante varios días, se pudo cazar a las siniestras aves con un palo. Murieron diez mi hombres, cuyos huesos permanecieron allí mismo blanqueándose durante muchos años. Víctor, un completo salvaje, fusiló a sus prisioneros y saqueó el pueblo, destruyendo deliberadamente la casa de Cortés.
Pronto estuvimos en Mérida, llena de ruinas romanas. El roto viaducto, que salvaba el apartadero de mercancías por encima de los vagones cargados de carbón, tenía el aspecto duro y feo de una fábrica moderna. Unos cuantos kilómetros más allá, se inició el gran llano cultivado que cruza la frontera y entra profundamente en Portugal. Paralelamente al ferrocarril discurría un nuevo canal de riego, comenzado por la República y todavía no terminado; es una obra importante, a punto de ser acabada y que podrá en cultivo vastas extensiones. Sin embargo, allí sólo trabajan dos docenas de hombres; nos dijeron que los créditos se habían agotado. El sol estaba bajando rápidamente cuando entramos en la estación de Badajoz.”
Dejemos en este punto y para otra vez sus atinadas visiones de Badajoz y Mérida, que por sí solas valen casi como un tratado de sociología….
Gerald Brenan, Malta, 1894 – Alhaurín el Grande, 1987