Lo sucedido en Argelia con la toma de rehenes por cuenta de los islamitas , y su desenlace fatal por el ejercito de este país no es más que otro episodio dentro de ese contexto internacional en el medio oriente que ya abarca buena parte del Africa, y donde por primera vez Francia participa en la guerra que se libra en Mali por tratar de evitar que el norte de este país se convierta en un estado islamitas y que termine por sofocar con su poder a un Estado que hace muy poco era considerado como uno de los más democráticos después de haber sido colonia francesa, y que por allí la explotación del uranio de Niger es una de las más rentables para la economía gala. Su participación en ese conflicto por cuenta de Hollande, y a quien nadie creía que pudiera decidirse con su aviación y su ejército para intervenir en una de sus ex colonias, ante el avance militar en esa parte del desierto del Africa donde las antiguos etnias tuaregs que huyendo debido a la muerte de Gadafi en Libia por los rebeldes apoyados por occidente, y encontrándose con su aliado natural de Al Quaeda se ha convertido en esa región en otro polvorín donde la alianza de tres corrientes islámicas han convertido el norte de Malí en su bastión natural a donde las leyes de esta religión se hacen cumplir sin excepción, pues nos recuerden las de Moíses en los comienzos del derecho que occidente a través de los años ha venido reelaborando mediante el derecho romano que es la fuente en cierta medida de la constitución de los estados modernos, pero que pareciera que allí la ley del Tallión de “diente por diente y ojo por ojo” los islamistas de esta manera en la región que hoy le están disputando a la intervención de los franceses porque las lapidaciones y sus afrentas al derecho que nosotros los occidentales llamamos el derecho natural y las otras manifestaciones sobre el estado y el poder no se dan porque esas conductas religiosas se imponen, llegando incluso hasta quitarle la mano a un ladrón, cosa que a cualquier persona de esta parte del mundo nos parece tan barbara, máxime cuando al dirigente que dirigió la operación en la toma de rehenes en el gasoducto argelino por haber prestado su espacio aéreo para que los aviones franceses llegaran hasta las bases de los islamitas que quieren convertir esta parte del mundo en un estado musulmán, lo acusan también de traficante de armas y de tener negocios oscuros con carteles de drogas. Mucho más cuando en Egipto Morsi, el primer presidente elegido democráticamente bajo la orientación de los hermanos musulmanes, a pesar de haber fracasado por hacerse a un poder mayor bajo la égida de la misma religión que aquí en cambio goza de buena vida gracias a que su distanciamiento político con los musulmanes ortodoxos que encabezan Al Quaeda y sus tres facciones, tiene que aceptar la decisión de un jurado que acaba de condenar a muerte a los exaltados que en un partido de futbol hicieron una masacre colectiva a sus contendientes a donde según parece fuerzas policiales del régimen participaron, pero que hasta ahora las leyes del estado no actuaron de la misma forma como si en realidad aquellas leyes mosaicas todavía tienen tanto poder dentro de estos imaginarios que están tratando de desligarse, plagada mediante la fuerza de sus actos que nos dejan tal vez más lejos de los sueños que exaltaron a muchos con su primavera árabe.
Y claro que sus personajes tan solo nos los podemos figurar entre bambalinas donde los jefes de gobierno de España, Francia, Alemania, Estados Unidos, discuten acerca del rumbo político de estos países; mientras los emiratos árabes y tantos otros también presionan contra China y Rusia porque no han permitido que el gobierno Sirio de Al Assad termine por fin con toda esa afrenta donde los rebeldes unidos por una misma religión se hacen cada días más fuertes contra un gobierno que es respaldado por Irán, en ese mundo tan caótico que todavía no sabemos cuáles serán sus desenlaces políticos para una Europa que teme ante las hordas de inmigrantes desde el norte de Africa, y que así también Alá también los castigue por su impertinencia a no aceptar que lo que allí se vive es más que una guerra casi que religiosa que tiene sus diferentes aristas que pudiendo ser democrática lo religioso todavía prima en estos pueblos por más que intereses económicos de las antiguas colonias sean capaces de desestabilizar a los intentos de una religión en convertirse en un Estado mediante el poder de la fuerza.
Y es que así Francia y sus aliados logren sus propósitos de restaurar la democracia en Malí el fantasma de una religión donde todavía los fanáticos existen, pueden desbordar en sus propios países el terror con atentados parecidos a lo sucedido en los Estados Unidos con la destrucción de las torres gemelas de Nueva York a donde muchos ciudadanos que no tenían nada qué ver con los personajes de esos laberintos del poder donde sus decisiones los afectaron con el terror de la barbarie.