Lo sucedido en Venezuela refleja que todavía estamos en esas sociedades incipientes que menosprecian el valor de la participación ciudadana en la elección de sus dirigentes y mandatarios, y que aunque las constituciones nacionales consagren ciertos principios de autonomías para que dichos cargos se constituyan como verdaderos exponentes de las aspiraciones ideológicas y políticas de los que logran obtener dichos cargos, se presume que el voto popular da el visto bueno a quien se lo merece en ese consabido adagio de que los pueblos saben elegir a sus gobernantes. Un país con una reciente constitución que simboliza dentro de sus preceptos ideológicos la consagración suprema del socialismo del siglo XXI, y enmarcado dentro de lo que ésto representa como un sistema de economía planificada y socialista, sus fisuras internas no hacen más que retrotraernos a situaciones parecidas por las que han pasado muchos otros países. Y es que los cacerolazos de Capriles nos recuerdan los hechos sucedidos cuando Salvador Allende en Chile con la Unidad Popular llegó al poder mediante la elección popular en torno de esos debates a donde se cernían composturas ideológicas que iban desde la la dictadura del proletariado a las revoluciones permanentes de los seguidores de Trosqui, y la de aquellos grupos que representaban en buena medida al socialismo de la Unión Soviética, al maoismo en China, o a la revolución cubana, que en buena parte influían en nuestro continente y en el orbe. Se cuestionaba que el pueblo pudiera conseguir por la vía electoral sus cambios revolucionarios mediante los comicios electorales. Y en Chile, esos cacerolazos que reflejaban en cierta medida el descontento de los que no habían triunfado, pero que paradógicamente ya la democracia cristiana les había abierto el camino a los socialistas que acompañaban a Allende, aquí en Venezuela otro ha sido el camino en esa brega política donde el chavizmo se ha consolidado como un poder que ha venido transformando toda la sociedad venezolana a donde el Estado pretende convertirse en el supuesto liberador del pueblo que los ha elegido en contra de los opositores a quienes ellos mismos dicen que son la encarnación de la burguesía. Los cacerolazos en el gobierno de Allende terminarían con la conspiración internacional del I.B.M. y la participación de muchos otros políticos que hicieron que el ejercito más profesional y defensor de la democracia, terminara con Pinochet a la cabeza acabando con toda esa aureola que tenía en nuestro hemisferio. Lo de Chile, ya todos lo conocemos. Lo de Venezuela puede ser una incógnita pues el mundo ha cambiado, y ahora los mercados de las drogas y los conflictos en Asía y en el medio oriente son los verdaderos dolores de cabeza de los Estados Unidos y las otras potencias que también tienen sus interese petroleros y energéticos en este mundo que ahora llamamos globalizado.
Un país cuyo gobierno ha beneficiado a los más desprotegidos económicamente gracias a su bonanza petrolera que se ha acercado a todos esos otros países que idelológicamente se sinceran con los modelos izquierdistas y populistas que van desde Nicaragua hasta la argentina de Kristner, y que gracias a ese imperio del oro negro ha logrado hacer un acuerdo con Cuba para que cubra su déficit en salud, y donde también el negocio de las armas también se ha incrementado, supuestamente para defender a la revolución socialista del siglo XXI de sus enemigos de siempre: El imperio estaudinense y la burguesía internacional.
Paradógicamente la inflación los está corroyendo tan desmesuradamente que solo es comparable a los tiempos en que en Brasil o en Argentina sus devaluaciones eran tan masivas y devastadoras que cuando alguien entraba a un restaurante o a algún comercio, al ir a pagar ya los precios estaban cambiados.
La escasez de alimentos que reflejan más bien el monopolio de unos pocos del mismo poder que participan de las importaciones masivas de comida, no hacen más que socavar esos buenos anhelos que reflejan las masas chavistas del poder para el pueblo, e insuflan más las aspiraciones del único candidato de la oposición que ha logrado convertirse en un verdadero adversario, que si no se negocia con él en cuanto a las decisiones que el gobierno debe hacer respecto de sus verdaderos problemas económicos, será el que pudiera encarnar una verdadera desestabilización de este socialismo que se ha venido incubando en el seno de la sociedad venezolana, porque podría llegar a suceder lo mismo que aconteció con la desaparición de la cortina de hierro implementada por los viejos revolucionarios seguidores de Stalin en la U.R.R.S.
Y bien, Venezuela podría ser parte de esas democracias en vilo, ante la incertidumbre que dejan sus verdaderos problemas económicos porque a pesar del boom petrolero, el gobierno de los chavistas no lo ha aprovechado para implementar en su economía los adelantos tecnológicos de este mundo moderno para solucionar el verdadero despegue productivo en otras áreas de carácter industrial, pues según parece seguirá dependiendo del petróleo, tal y como sucedió en el primer Gobierno de Carlos Andrés Pérez.