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Lavados de cerebros y matoneos

Los que vimos la película de “La naranja mecánica” de Stanley Kubrick  basada en la novela homónima de Anthony Burguess, nos parecía más a una ficción que a una realidad. Y sin embargo no era así, pues el autor lo ha vivido de diferentes maneras donde los lavados de cerebros son tan comunes que para liberarse de ese estigma delictivo sus autores prefieren pasar desapercibidos mientras sus víctimas terminan ahorcándose, asesinando o arrojándose a un carro, por no decir que lo hacen como en aquellos viejos tiempos donde los piratas eran financiados por la corona inglesa con sus patentes de corsos, o porque en un país a donde  la situación de la violencia social que durante años años ha subsumido a este país, esos imaginarios tan innobles donde las vidas de las personas no valen nada por cuenta de ese poder a donde las ambiciones   económicas son las que priman, los estigmas de carácter policial afloran permanentemente. Una película que se basa en esos trabajos de Pavlot respecto de sus experimentos sobre las inteligencias condicionadas hechas sobre los perros, y que Kubrick en su película nos quiere mostrar sobre esos lavados de cerebros que se pueden hacer sobre personas desquiciadas para contribuir por cuenta del Estado a solucionar las conductas antisociales de los hombres, mediante un experimento a donde la policía ante un delincuente al que pretende regenerar lo pone a ver películas y a oír música clásica, mientras que cada que ve una imagen que lo regresa a algo que él ha hecho(una violación, un robo, etc.) lo hacen vomitar y producir en su cuerpo un malestar tan terrible, que seguramente nunca lo volvería a hacer. Y aunque en este caso es una institución policial la encargada de hacer este experimento a un convicto irresoluble como la de los violadores en este mundo, adonde el sexo es tal vez el factor más enervante para destruir a una persona por cuenta de sus alienaciones mentales, lo que nos deja entrever es la manera como esos mismos cuerpos de seguridad pueden hacer cuando actúan de manera cohesionada basados en sus famosos trabajos de inteligencia, máxime cuando se trata de conseguir fines perversos contra inermes ciudadanos  a donde llegado el momento, cualquiera pueda terminar loco o paranoico, y no precisamente por que estos organismo estén condicionados para éstas situaciones, si no que esos imaginarios tan arraigados parecen que han terminado por imponerse en medio de unas circunstancias tan particulares, que el que lo ha vivido no lo quiere dejar pasar desapercibido, pues afortunadamente la Internet ya existe. Es más, si no existiera la facilidad de comunicarnos mediante esta tecnología  creeríamos que lo que nos narra la película es pura ficción, cuando en realidad este tipo de trabajos existen y sus víctimas aparecen como locas o idiotizadas, y sus suicidios o crímenes pasan desapercibidos. Aunque ahora los llamamos matoneos, no son más que las conspiraciones que a diario vivimos por cuenta de esas vigilancias particulares que se fueron creciendo en este país, donde sus instigadores transgrediendo la ley han terminado por convertirse en los verdaderos justicieros aparentes de una sociedad que ha terminado en las manos de estos personajes siniestros que conociendo muy bien a sus víctimas tanto en su manera de ser y sus presuntos enredos familiares, los usan en su provecho.

Los desquician sicológicamante e incluso mediante sus esbirros que van desde los sapos de calles a donde ladronzuelos o e informantes de todas las pelambres que incluyen a las mismas familias de sus víctimas, logran hacer que lo que quieren, lo consigan.

Este tipo de trabajos ha tomado fuerza desde hace años, donde las intimidaciones se hacen mediante sus mentores que van desde vecindades tan cercanas y familiares que instigados por una u otra causa han aprendido que todo es posible cuando a alguien se le amenaza en la calles, mientras otros le gritan insultos, e incluso le hacen creer que es un delincuente,  o porque como lo ha pensado el autor que escribe ésto, existe un estigma de policía, de política y de familia, que a través de de los años, y desde niño, para ser concisos, muchos han participado en un extraño entuerto a donde esos mismos organismos de seguridad que se justifican para defender la vida y honra de las personas son los mismos que han cohonestado con delincuentes para amenazarlo y demeritarlo no solo en su vida personal, sino que los negocios a donde va a comprar sus mercancías para sobrevivir de manera reiterada durante años y años usan a esos enfermos mentales que se congratulan con vilipendiar mediante la broma y el insulto ya sea para  alejarlo o inducir incluso a sus posibles compradores para que se abstengan como si verdaderamente existiera una mafia que decide a a quién comprarle, y a donde la mano oculta del estado aparece reiteradamente, pues sus trabajos son tan bien orquestados que terminan siendo hijos o familiares de acuciosos prestidigitadores de esos imaginarios que presuntamente deberían protegernos. No es de extrañar que ahora cuando se habla que existen muchos comerciantes que ante sus fracasos económicos terminan suicidándose o como lo describen los medios de comunicación se acaba de descubrir  una trata de esclavos modernos por colombianos contra los mismos colombianos que como en la época de la esclavitud que hubo en los llanos y en las selvas del Amazonas por cuenta de los caucheros éstos  nunca terminaban de pagar sus verdaderas deudas, y que José Eustacio Rivera nos la describió muy bien en “La Vorágine”.

Estos trabajos de sicología que son tan comunes porque a diario vemos a muchos deambulando por las calles y huyendo de sus mismas familias, desafortunadamente son cohonestados por aquellos mismos que nos deberían proteger, pero que se hacen los desentendidos a sabiendas que están cometiendo sus picardías sin que nadie se atreva a enfrentarlos porque en realidad están siendo favorecidos porque  son los que representan la defensa del Estado, y porque también no hay que desconocer que son más los que realmente luchan por la defensa de los derechos de los ciudadanos.

Y es que esos imaginarios en realidad están tan distorsionados, que lo que ahora llamamos como falsos positivos no son más que las falencias de una sociedad que les dejó abiertas las posibilidades  para que cometieran dichos delitos que para ellos no lo fueron.  También existe la complicidad de la misma sociedad que se congratula con las limpiezas sociales, el silencio cómplice de estos mismos funcionarios para cobijarse con la misma cobija en donde conjugan el verbo ayudar: Yo me ayudo, tu me ayudas, todos nos ayudamos, etc; tal y como me lo decía un personaje que me conoció de joven cuando todo aturdido por unos esbirros que pululan a diario en las calles,  que ahora era común entre vecinos decidirse por asociarse para conseguirse casas baratas con aquellos que no estaban en la capacidad para defenderse porque el mismo Estado les estaba dando ese mismo poder que en los tiempos de la colonia le dieron los ingleses a sus corsarios para que saquearan el oro que los españoles ya habían robado a los indígenas de nuestra América.

Qué Ud. a diario sea amenazado, qué le griten en las calles y lo intimiden de manera reiterada y consituidinariamente por delincuentes que aparentan no serlo tanto en Bogotá como en la ciudad donde se vive, deja entrever el país que a uno le ha tocado vivir.

Y que todo sea orquestado por estos imaginarios contra un ciudadano nadie lo puede creer.

Y qué decir de los hackeos, de esos sapos que parece que con sus actuaciones los hacen quedar bien ante quienes los mandan, que en todos los negocios a donde va, o que los malandros de toda índole se crean de mejor ley que lo han insultado y defenestrado por loteros, vigilantes de carros, vendedores de dulces, y que incluso que  acaudalados comerciantes  usen a los mismos vendedores para apostrafarlo mediante sus lenguas que entre viperinas y sofisticadas, qué incluso ha conocido desde muy joven a profesores y mecánicos, incluyendo a prestigiosos agentes del orden que lo han tratado de intimidar de diferentes maneras, como si se fuera un enemigo social. Un matoneo que el autor ha vivido casi desde que tiene uso de razón, como si en verdad hubiera nacido con un extraño estigma, y máxime cuando por haber sido de niño autista, éstos imaginarios se creyeron que podrían pasar desapercibidos.

Ahora cualquiera lo está comprobando a diario que existen matoneos dentro del Internet que incluso ocasionan la muerte de sus víctimas de manera solapada porque se ahorcan o los hacen aparecer como ahorcados, o mediante cualquier otra circunstancia, y el autor lo que quiere  contar son estas maneras extrañas como obligan en especial mediante la sugestión y la amenaza,  con la participación de muchos que de manera perversa se creen los dueños de las vidas de las personas que están ultrajando.

El autor lo vivió en una casa, a donde curiosamente “El Embrujado” como cronista aprendiz ha tomando la vocería por cuenta de un supuesto comisario “Rincón”, y ha terminado por ir redactando “Crónicas Gendarmes“, que aunque algunas no son más que imaginaciones hay otras que son basadas en la vida real.

Los lavados de cerebros existen, y desgraciadamente en este país de tantos sapos que hasta hay muchos que trabajan gratis o por cuenta de particulares, son capaces de atormentar a las personas que van desde niños hasta adultos mayores; qué a veces uno cree que este país a pesar de la bonanza económica que muchos nos hacen creer, mentalmente está enfermo.

Seguramente eso fue lo que vivió en su tiempo el autor del Quijote, o porque los seres humanos definitivamente estamos aturdidos con estas realidades que nos rodean, y solo existimos para saborear más los infortunios que nuestros pequeños triunfos. En el caso mío, solo nos satisface contar estas historias para que otros las sepan.

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