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Un poema para dos

“UN POEMA PARA DOS”

Mentalidad diferente

muy sencilla de juzgar

los sentimientos se ocultan,

pero se deben mostrar.

Un amor incomprendido

entre una bella amistad,

uno ama y otro siente

en su sangre la hermandad.

Se compenetran, se entienden,

amigos inseparables

de aquellos que hacen historia

entre montones iguales.

Uno guía, otro sigue

con extrema confianza,

pero a veces el que sigue,

es el alma enmascarada.

Aquel que siente y no piensa

ni cuestiona la amistad,

es el que a menudo sufre,

pues no es como los demás.

Uno calla y otro otorga,

su realidad en silencio

ocultando tras las nubes,

ese paisaje tan tétrico.

Su vida, su carcelera,

su cárcel, su habitación,

su amigo, su amor secreto,

su condena, su corazón.

Uno quiere, el otro ama,

y ya no sabe ocultar,

las sensaciones se esconden,

pero no pueden marchar.

Se cuestionan sentimientos,

aparecen los enfados,

pero entre el uno y el otro,

el amor sigue brillando.

Ese muro inquebrantable,

de su humilde corazón,

ahora ya se ha destruido,

puede lucir el amor.

Uno ama, otro ama,

tras aquella confesión,

pues por más que lo intentemos

el amor es para dos…

Así terminó Alicia de leer su poema, miró a su profesora y agachó la cabeza con actitud vergonzosa, esperando impaciente la reacción de su profesora de Literatura. La mujer, suspiró y sonrió, después dijo:

— Me ha encantado, Alicia. — esta respiró tranquila. — Refleja perfectamente el amor entre un chico y una chica que se aman en secreto y… — no pudo continuar porque Alicia le interrumpió.

— Disculpe, Soledad, pero en realidad no es la historia entre un chico y una chica. — la profesora miró a la chica con cara de confusión.

— ¿Y sobre qué es, entonces? — Alicia levantó la cabeza como pocas veces había hecho durante el curso y respondió:

— Es una historia de amor entre dos chicos. — la profesora cambió el gesto al instante.

— Sintiéndolo mucho, Alicia, eso no es amor, así que me veré obligada a suspenderte. — la profesora caminó hacia su mesa y cogió el bolígrafo rojo para apuntar a Alicia en la lista de suspensos, pero antes de poder hacerlo, Alicia se levantó enfadada y exclamó:

— ¿Y me puede explicar por qué no es una historia de amor? — la profesora se dio la vuelta sorprendida por la actitud de la muchacha y respondió:

— Porque el amor entre chicos no existe. Eso no es posible. Un chico no puede sentir amor hacia otro chico, así como tampoco una chica puede amar a otra. El amor homosexual es una moda, queridos alumnos. — terminó de decir con aires de suficiencia. Alicia no se sentó tras aquella respuesta, ni mucho menos se achantó por la actitud de la profesora.

— Disculpe que le diga una cosa, Soledad, porque creo que no tiene razones para suspenderme. Hay miles y millones de personas en este maldito mundo que siendo hombres aman a otros hombres y siendo mujeres aman a otras mujeres… — iba a continuar hablando, pero la profesora cortó su explicación.

— A no ser de que te sientes y hables civilizadamente como una persona normal, no te dejaré continuar, Alicia. No me está gustando absolutamente nada tu actitud. — respondió enfadada. Alicia se sentó, pero continuó hablando.

— Perdone, pero es que no veo que tenga razón, por eso precisamente le he hablado de esa forma, sabe que  no soy una persona maleducada, pero cuando se meten con algo que me parece injusto no me gusta quedarme callada. — prosiguió. — Lo que le estaba diciendo es que no puede juzgar a una persona por su orientación sexual. — La profesora comenzó a andar por toda la clase y finalmente se dirigió a Ismael, un chico de la clase, amante de la literatura romántica y los textos de Góngora.

— ¿Qué piensas sobre la opinión de Alicia, Ismael? — preguntó. El muchacho alzó la cabeza para mirar a Soledad, y después le dirigió una mirada sosegada a su compañera a la que le unía un fuerte lazo de amistad.

— ¿Sinceramente? — la profesora asintió. — Me parece que tiene razón. No hay que juzgar a las personas por si aman a un hombre o a una mujer. ¿Quiénes somos nosotros para impedirles ser felices? Puedes ser hombre y amar a un hombre, ¿qué tiene de malo? — culminó el chico su discurso. Soledad le miró, después se apartó de su pupitre y caminó hacia la mesa de otro alumno. Esta vez, Diego, un muchacho que sentía un profundo odio hacia su compañera.

— ¿Y tú, Diego? — Alicia le miró sabiendo que no iba a obtener ningún comentario positivo de él, y él le dirigió una mirada un tanto malévola.

— Dejando de lado nuestra especial relación, — comenzó el chico. — creo que mi compañera Alicia tiene mucha razón. — Ella le miró sorprendida. — Su poema es uno de esos capaces de erizarte la piel, de hacerte sentir la fuerza del amor que estas dos personas se profesan. No debemos mirarlo como el amor entre dos chicos, debemos mirarlo como el amor entre dos personas, porque, como decía mi compañero Ismael, ¿quiénes somos nosotros para impedir a dos personas que se aman, ser felices? — La profesora de Literatura comenzó a impacientarse y una sonrisa victoriosa asomó a los labios de Alicia. Finalmente la mujer se colocó frente a toda la clase y preguntó en voz alta:

— ¿Alguien más está de acuerdo con la opinión de su compañera Alicia? —veintisiete de los veintiocho alumnos de la clase levantaron la mano, a falta, evidentemente de Alicia. Soledad suspiró y al segundo de aquello sonó el timbre que indicaba el final de la clase. Todos recogieron con prisas y abandonaron el aula; Alicia como siempre se entretuvo dejando su pupitre completamente ordenado. Cuando estaba a punto de marcharse, la profesora le preguntó:

— ¿Podemos hablar un momento, Alicia? — la chica se giró con cierto temor  y asintió con la cabeza.

— Por supuesto, Soledad. — Esta le indicó con un gesto vago que se sentara. Después se sentó a frente a ella.

— Mira, Alicia. Quería decirte una cosa. — comenzó, Alicia bajó la cabeza esperando escuchar que le iba a caer una amonestación por escrito, debido a su comportamiento durante la clase, pero la profesora parecía demasiado tranquila como para aquello. — Eres increíble, como escritora y como persona. — Alicia no pudo evitar levantar la cabeza confundida y exclamar:

— ¿QUÉ? — la profesora rio y después aclaró.

— Tu poema ha sido espectacular, y más lo ha sido la forma en la que has defendido a las personas homosexuales. Tu valentía es admirable. — Alicia miraba a la profesora sin poder creer lo que estaba escuchando.

— Soledad, no es por ser borde, pero, ¿usted ha tomado algo que le ha sentado mal? — ella volvió a reír por segunda vez en aquella hora.

—  No, Alicia, no. — dijo en cuanto pudo recuperarse del ataque de risa. — Era una táctica. — Alicia la miró con cara de confusión.

— ¿Qué está diciendo? — preguntó.

— Tienes muchísimo potencial, eres un diamante en bruto, Alicia. Y me daba remordimiento de conciencia el que no aprovecharas todo tu talento. Te veo en las clases sin participar de ellas cuando dices la respuesta correcta siempre en voz baja, porque de eso sí que me doy cuenta. Eres tan tímida que no eres capaz de aprovechar el don que te han otorgado. No te voy a suspender, y no soy homófoba ni mucho menos, no estoy en contra de las relaciones chico-chico, chica-chica. Es solo que quería que empezaras a expresarte en voz alta, reflejando tus ideas y opiniones, eres capaz de luchar por algo en lo que crees, y esta clase ha sido la prueba fehaciente de ello. Enhorabuena, lo digo de corazón. — Alicia sonrió.

— Muchísimas gracias, Soledad, nunca pensé que usted hubiera hecho esto por mí. De verdad que se lo agradezco, gracias a usted ahora estoy más segura de mí misma.

— Me alegro muchísimo.

— Ahora si me disculpa, me marcho, que me deben estar esperando. — Ambas se levantaron de la silla que habían ocupado y Alicia cogió su mochila. Una vez en la puerta, se giró y dijo:

— Nos vemos mañana, Soledad y… gracias… por todo… — Soledad comenzó a recoger sus cosas y le respondió:

— Todo esto ha sido posible gracias a ti. Nos vemos mañana.

Así, una chica que en verdad tenía pasión por la literatura, acabó triunfando en el mundo de la misma, y así una profesora que estaba estancada en su trabajo, comenzó a soñar, comenzó a vivir…

Espero que este escrito haya sido de su agrado, se despide:

Esther Almoharín Sarró.

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