Fue Hegel, el filósofo del proceso dialéctico por antonomasia quien se cuestionó por primera vez sobre la muerte del pensamiento, la muerte de la razón. Éste, en su proceso dialéctico del fluir de la vida y la historia misma, consideraba la muerte como parte del proceso dialéctico. Es decir, la muerte forma parte del individuo, con lo cual, como muerte que es, acaba con el individuo pero no con la esencia (especie) de éste.
Pero, la historia sigue su curso, y nos encontramos ante la II Guerra Mundial, con el papel fundamental de un tal Adolf Hitler, el líder del nazismo. Ligado a ello, aparece una de las páginas más oscuras, despiadadas y vergonzosas del último siglo. Sí, me refiero a los campos de exterminio de Auschwitz, un proceso de deshumanización, de exterminio no solo de los individuos, sino de la especie, de la esencia. Aquí la muerte ya no forma parte del proceso de la vida misma, ya no acaba con el individuo, acaba con la esencia misma del vivir. Quien muere, muere. Pero quien vive, muere en parte también, por la culpa de vivir, por el recuerdo…
El genocidio de la muerte de miles de personas acaba siendo opuesto a la vida, a lo natural, lo antinatural. Acabando con la pura identidad a través de la muerte.
Es Theodor Adorno, filósofo alemán de origen judío, Y uno de los mayores representantes de “La Escuela de Frankfurt”, de corriente neo marxista, centrados en la crítica de la sociedad del S: XX. Quien se realiza una pregunta necesaria: “¿Es posible seguir haciendo filosofía después del genocidio de Auschwitz, o ha muerto la razón tras este suceso?”. Para Adorno, Auschwitz es una metáfora del sentido de la historia, que tiende a la indiferencia de la vida individual. Este genocidio es la metáfora de un orden social cuya ley es “el provecho individual universal”, es decir, el individuo como algo sustituible y disponible para aquellos que llevaron a cabo tal atropello contra la humanidad.
Nos sentimos culpable de ello, por ese motivo la filosofía tiene sentido, porque somos culpables, tenemos la sensación de culpabilidad. La filosofía, el pensamiento, la razón es la culpable de la banalidad de nuestra cultura, culpable del pésimo ejercicio político. Entonces, ¿por qué pensar? Habría que pensar por aquellos que realizaron tal magnicidio, para que tal hecho no se vuelva a repetir. Se trata pues, de un imperativo que pone como factor principal lo ético, no como argumento, mera palabrería, sino como algo práctico, que se lleve a cabo como forma de prevención ante este tipo de hechos.
Auschwitz quemó, asesinó a los cuerpos sin piedad, asesinando al espíritu, sin la intervención de la cultura. Por todo ello, la filosofía es culpable. Solo nos queda pensar en silencio. Auschwitz demuestra el fracaso de la cultura, así lo pensó Theodor Adorno en su obra; “La Dialéctica Negativa”.
Pero a lo que nos conlleva todo esto, y que también Adorno se cuestionó. ¿Podría volver a ocurrir? ¿Podemos seguir a lo largo de la historia seguir matando a la razón? ¿Se puede seguir haciendo filosofía después de los hechos más oscuros de la humanidad? ¿Se puede seguir haciendo filosofía hoy en día?
Pongámonos en situación, estamos en el año 2018 y el drama del mundo es situación de primera plana en todos los informativos, en todos los periódicos. Estamos matando a la esencia de nuevo, asesinando al espíritu. He aquí alguno de esos hechos que vuelven a la carga, trayéndonos a la mente las horrorosas experiencias de aquellos que sufrieron en sus propias carnes el sufrimiento de los campos de concentración nazis:
Y un sin fin de hechos catastróficos más que nos hacen replantearnos si de nuevo hemos vuelto a caer en manos de la culpa de la cultura, en la muerte de la razón, de la filosofía.
Por todo ello, cabe hacerse una serie de preguntas totalmente necesarias, que el propio Adorno se cuestionó en “La Dialéctica Negativa”:
¿Ha muerto la razón? ¿Qué podemos hacer para que no vuelva a morir la filosofía, para que no se repitan este tipo de males? Pero, ¿y si todo esto no tiene remedio, y tal y como decía Nietzsche todo es un “eterno retorno de lo idéntico”? Destinado a repetirse una y otra vez.