Cataluña ha copado la actualidad de la mayoría de los medios nacionales durante varios meses ya y parece que esto seguirá siendo así por un tiempo. Un tema tan complejo, con dos polos totalmente enfrentados y con grandes reticencias al diálogo, se antoja de difícil solución. Estos dos bloques representan a dos naciones diferentes dentro de un Estado: el nacionalismo español y el nacionalismo catalán. Pero, ¿qué es exactamente una nación? La RAE la define como un “conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”.
Teniendo en cuenta el concepto de “nación de naciones”, se considera que, en España, existen cuatro nacionalismos principales: el vasco, el catalán, el gallego y el andaluz. Pero, además, también son dignos de mencionar otras corrientes como el nacionalismo canario, el aranés, el aragonés, el pancatalanismo, el asturianismo, el cantabrismo o el valencianismo. Todos estos movimientos cuentan con sus propias tradiciones, lenguas o dialectos y formas de vida diferentes que hacen del país español un territorio muy diverso y rico culturalmente.
La mayoría de estos movimientos no tienen como principal objetivo separarse del estado español, sino defender su tierra y reclamar la igualdad con respecto a las demás comunidades autónomas o territorios mediante el aumento de la soberanía. Porque ese debe ser el fin de los nacionalismos, regionalismos y provincialismos: defender a las personas por encima de los himnos, las banderas o los símbolos. Más allá de la homogeneidad de la cultura extremeña dentro del estado español, los extremeños hemos de reclamar firmemente más atención por parte del Gobierno central y dejar de ser uno de los territorios más ignorados desde Madrid. Para ello, han existido varios partidos a lo largo de la historia que han defendido una mayor atención para Extremadura desde diferentes posiciones ideológicas, la mayoría de ellos definiéndose como regionalistas. Es el caso de la coalición Extremeños, Extremadura Unida, SiEX (integrada en el PSOE Extremadura) o Unión del Pueblo Extremeño (integrado en Ciudadanos Extremadura). Extremeños y Extremadura Unida, que fueron los únicos partidos regionalistas que se ha mantenido independientes a los partidos nacionales en Extremadura, no tienen actualmente representación en la Asamblea de Extremadura. Vemos como, en clave electoral, el regionalismo no tiene demasiada influencia en la sociedad extremeña.
¿Es posible la aparición de un movimiento regionalista o nacionalista extremeño con fuerza en la Asamblea de Extremadura? En principio, es algo muy complicado. Y ¿es necesario que esto ocurra por el bien de Extremadura? Para nada. Es cierto que estos movimientos tienen en su origen defender la tierra más próxima y algunos de ellos han conseguido mantener este objetivo a lo largo de su evolución pero, en su mayoría, vemos como estos acaban proponiendo una confrontación con otros nacionalismos, afirmando su superioridad sobre los ellos y, finalmente, pervirtiendo sus inocentes bases iniciales mediante la anteposición de la defensa de un trapo multicolor o una institución a la defensa de los derechos fundamentales de las personas. ¿Los principales responsables de esta perversión? Evidentemente, la clase política, la cual aprovecha el poder emotivo único del nacionalismo para alterar las percepciones de un público incapaz de controlar esos sentimientos de pertenencia a su territorio (aunque no sean conscientes si ese voto “de corazón” será mejor para su vida).