La vuelta
Esta mañana me he levantado escuchando los gritos de mi hermano y mi madre a las ocho de la mañana en la lucha previa de la entrada al colegio.
El verano pasa factura y la realidad te da una bofetada. Vuelta a la rutina, a las caminatas a las 2:25 camino a casa, a los caretos a las ocho de la mañana, a la convivencia con los amigos y profesores, etc. Pero este año es diferente. Este año estoy más animada pero a la vez asustada ya que es mi último año en el pueblo antes de volar del nido. La verdad es que llevo diciendo toda mi adolescencia que qué ganas de tener 18 para hacer lo que me dé la gana y que mis padres no me controlen tanto y dejen de sobrevolar cada paso que doy como si fueran helicópteros.
Pero también me da vértigo hacerme mayor. Ser adulta es muy complicado. Últimamente he tenido varios contactos con esa vida responsable como la toma de decisiones importantes. No sé si seré capaz. Lo veo todo como un abismo enorme a mis pies y, a veces, me llega un sentimiento de soledad.
Básicamente lo que me pasa es que veo todo demasiado cerca, ya casi tangible y eso me acobarda.
También está el tema del dinero y de cómo funciona el sistema capitalista. Y sobre todo como poco a poco, cuanto más mayor te vas haciendo , los gastos van subiendo y que todo esos vicios y defectos no los pueden sustentar tus papis y te tienes que buscar un trabajillo para tus caprichos.
Nadie dijo que fuera fácil y tampoco nadie dijo que ser adulto es una mierda. Se estaba muy agusto yendo a preescolar y que los únicos problemas eran comer, dormir y jugar.
Así que prefiero tomarme todo este proceso de cambio con filosofía y disfrutar de los pequeños detalles (tanto buenos como malos ) porque no volveré a tener nunca más 17 años.