A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a decisiones y situaciones difíciles, y dependiendo de nuestra personalidad y de cómo nos hayan enseñado a enfrentar los problemas, conseguiremos seguir hacia delante o no….esto queda bonito a la hora de decirlo pero en la práctica todo cambia.
Desde que nacemos nos envuelven en una burbuja para protegernos de todo mal y pocas son las veces que nos dejan llevar las riendas de nuestra vida, ya sea por miedo, por dejadez, o vete tú a saber por qué…pero esto no nos hace ningún bien porque cuando llegamos a la edad adulta y vemos por nosotros mismos la cruel realidad, no sabemos qué hacer o qué camino tomar. Otras veces, incluso estando preparados física y mentalmente, y aún considerándote una persona fuerte, puedes llegar a caer en los brazos de la ansiedad. Y no es algo que deje caer a la ligera, lo he sufrido y lo sigo sufriendo, pero para eso voy a terapia, para mejorar y aprender a sobrellevarlo de la mejor manera posible.
Hasta este año no sabía lo que significaba tener ansiedad, conocía la palabra, pero no la asociaba con los síntomas que tenía, que prácticamente se convirtieron en una ira continua y una desgana por hacer cualquier cosa. A veces tengo que recordarme muchas cosas, a veces tengo que buscar las ganas de dónde no las hay, a veces me obligo a salir aunque me apetezca quedarme en casa, a veces le digo a mi nuevo yo que deje de intentar recuperar al antiguo…el camino está siendo largo y difícil y hay días en el que el yo antiguo quiere quedarse y entonces le cierro la puerta…Pasado un tiempo abro una ventana y es otra salida diferente, nueva, pero sobre todo emocionante.
Sí algo he aprendido durante este período es a descubrir que antes tenía una imagen distorsionada de como tenía que ser o de cómo tenía que ser ante otras personas; y sobre todo a saber manejar cada situación que se me cruzara por el camino. No existe nada más peligroso que dejarte llevar por el miedo y quedarte en esa zona de confort, que aunque protege, también te apaga.
Soy una persona transparente, daba todo de mí, lo más puro y esencial, y no lograba entender como otras personas preferían a alguien que se entregaba a medias, o solo cuando necesitaba algo…vamos, la típica persona que se nota a leguas que no tiene un aura pura. Vivía por y para demostrar que yo valía más y que les iba a dar todo de mi para demostrar que las personas buenas de corazón tenían que prevalecer…pero no, cuán equivocada estaba. Durante este tiempo, he llegado a aceptar a este tipo de personas, pero sobre todo, a aceptar que no tengo que luchar una batalla que no me pertenece. Pero aceptar no significa que lo entienda, sigo sin entenderlo, pero he aprendido a vivir con ello.
Poco a poco siento que vuelvo a encontrar el equilibrio, sé que volveré a dudar, pero siempre me rodeo de personas de luz, que me aceptan y aceptaron… en los momentos en los que era la alegría formaban parte de mi día a día, e incluso en los momentos en los que ni yo misma quería mi compañía. Una tiene que discernir entre vivir con ansiedad o vivir con paz, y aunque hay días que la ansiedad vuelve, la dejo que fluya dentro de mí hasta que al día siguiente (o el tiempo necesario) vuelvan las ganas.
Me apetecía escribir sobre este tema porque aún a día de hoy se trata como si fuera algo banal, e incluso se vive como si fuera un estigma, algo que no debe ser nombrado por rechazo social, y no es así. Se necesita de todo el apoyo posible de tu entorno social para poder superarlo, o ya no solo eso, si no simplemente que sean capaces de empatizar contigo intentando entender todas esas partes que forman parte de ti.