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Como Ícaro y el sol

La adolescencia, periodo de cambio dónde el mundo real comienza a abrirse paso entre la inocencia de la niñez, un sentimiento constante de incomprensión por parte del mundo, un esfuerzo constante por lograr la integración en la sociedad y comprender cómo funciona el mundo desde una perspectiva completamente nueva. Es evidente que la adolescencia es un periodo complicado en nuestra vida, si es que hay alguno que se libre de tal descripción. Los cambios físicos y psicológicos junto a la crítica continua de una sociedad que, de repente, nos resulta tremendamente injusta, no hacen nada fácil el fin de nuestra infancia.
Por eso, y creo estar en lo cierto al afirmar, que prácticamente todos nos hemos aferrado a las novedades que nos ofrecía esta nueva etapa con el objetivo de escapar de la realidad, en concreto hablo de las drogas, especialmente una de la que resulta casi imposible desengancharse, el amor. No hay dos personas que vivan este sentimiento de igual manera, si bien es cierto que hay patrones que se repiten, desde el “Morir y todavía amarte más. Y todavía amarte más y más.”, de Pablo Neruda hasta la concepción más racional aportada por la ciencia.
Lo que es evidente es que el romanticismo típico del Siglo XVIII ha tomado las riendas en nuestra cultura a través de los medios de comunicación, como podemos observar en anuncios como el mítico de Chanel Nª5, protagonizado por Nicole Kidman en el 2004, programas de actualidad del estilo Mujeres y Hombres y Viceversa e incluso periódicos de renombre: La Vanguardia publicó diversos titulares sobre la relación de los cantantes Amaia y Alfred hace no más de un año.
En el ámbito cultural de fiestas tradicionales, el cine y la literatura, no veo necesario realizar más que una breve mención de los ya conocidos y ampliamente criticados, San Valentín, Cincuenta Sombras de Grey y Perdona si te llamo amor.
No faltan en todos estos ejemplos el amor incondicional en el que no importa lo tóxico que pueda llegar a suponer el enamoramiento, siendo exigidos por la pareja actos como abandonar la propia vida a cambio de abusos, obsesión, la cosificación de la persona amada, que pasa a ser vista como un trofeo, desconfianza mutua y el control, los cuales se hacen imperativos; sin embargo nada de esto importa, pues es bien sabido que “el amor todo lo puede”.

¿Realmente podemos llamar amor a este tipo de relaciones? Todos estos problemas, junto a otro tantos, son fomentados por el uso de las redes sociales dónde el doble check azul de WhatsApp se trasforma en una forma de violencia psicológica, la hora de la última conexión en la perfecta oportunidad para ejercer control sobre el otro y un tweet el chantaje psicosocial más efectivo.
La pedagoga y escritora Nora Rodríguez nos habla de que tales actitudes de indiferencia (como en el ejemplo del doble check azul) y abandono tienden a ser interpretados por la mujer, cuyo rol social corresponde con el de un papel pasivo ligado a la frustración y el sufrimiento amoroso donde la más resignada es la que más ama, como una prueba por la que debe pasar para demostrar sus sentimientos al hombre. Este último, por su parte, se ve en la obligación de soportar el maltrato psicológico y la violencia verbal y, en el caso de la ruptura de la relación, preservar su hombría a través de actos agresivos y vengativos.
¿Es esto lo que realmente deseamos? ¿Somos felices en nuestras relaciones o sólo nos obligamos a creerlo por miedo a estar solo? Jamás podremos dejar el amor, pero siempre podemos elegir cómo querer a los demás. Abandonemos el anquilosado romanticismo y empecemos a amar de verdad.

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