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La Biblia profanada

Hoy me he topado con una noticia que me ha llamado la atención. Además, me ha resultado curioso este hecho, pues, por desgracia, es algo que se ha generalizado bastante. El titular, del periódico “eldiario.es” –aunque todos los medios nacionales se han hecho eco de la noticia-, decía así: “La Policía detiene a varios jugadores de Primera y Segunda División por amañar partidos de fútbol”. Seguramente ya se hayan enterado del suceso, pero, en líneas generales, consiste en la detención de varios jugadores y exjugadores de fútbol de Primera y Segunda División, así como del Presidente de la SD Huesca, por su supuesta pertenencia a una organización criminal que se encarga de amañar partidos de fútbol. Según los medios, la policía ha pasado a la acción gracias a pruebas conseguidas al tirar del hilo de un partido que tuvo lugar la pasada temporada, el Nastic – Huesca, de Segunda División. Tras dicho partido, tras notar grandes irregularidades en las cotizaciones de las casas de apuestas nacionales, La Liga decidió denunciar la situación.

Este es el hecho. Una ilegalidad más cometida en esta sociedad, que se balancea hacia el hemisferio de la corrupción. Lo que sucede es que estos casos, en concreto, dan de lleno en un tema espinoso. Cuando hablamos de deporte se nos vienen a la cabeza varias ideas: salud, respeto, competición, valores etc… De ellas nos quedaremos con la última. Valores que se están perdiendo por acciones de esta índole. España es un país en el que el fútbol tiene un papel fundamental. El fútbol une, entretiene, fomenta, solidifica relaciones y desarrolla identidades. Además, por supuesto, de educar. Es una herramienta cuyo valor es prácticamente incalculable. Históricamente, y con razón, se lo ha comparado con una religión. El fútbol supera fronteras, pues, más allá de nuestra afición, debemos comprender el poder que tiene. Y es justo por dicho poder por el que esta acción perjudica de manera exponencial a la sociedad. Ensucia el nombre que representa muchos valores. Tira por la borda toda la educación dada, especialmente, a los miles de niños y niñas que crecen con un balón de fútbol.

Como toda religión, el fútbol también tiene sus profetas. Sin embargo, en el cristianismo se conoce a Judas como “El Traidor”, incluso existe la expresión en castellano “ser un Judas”, para designar a aquel que consideramos traidor y tirano. Pues, en nuestra religión, señoras y señores, hace falta que alguien nos arranque la venda de los ojos. Nuestros profetas pueden profanar los valores que transmiten, o deberían transmitir, que su pena será una décima parte de su premio. Por ello nos sorprende tanto ver en las noticias un suceso penal relacionado con un deportista, sobre todo si tiene que ver con futbolistas y apuestas.

Es una gran lacra, por todo lo que representa. El mal uso de una herramienta social, que serviría para mejorar nuestras calles, empeorará mientras se lo permitamos y mientras los negocios de apuestas campen a sus anchas en nuestros barrios y ciudades. Evidentemente, la proliferación de estos negocios es un tema más enrevesado. Escapa a los límites y principios de la ética, como todo lo relacionado con vicios y negocios, llamémoslos, de carácter endeble. Existe una opinión general que recoge que hacen falta regulaciones sobre este tipo de negocios. Es una protesta que cada vez se hace más patente entre nuestros ciudadanos. Diferentes movimientos políticos y sociales lo recogen entre sus principios, pero, como todo lo relacionado con negocios y dinero, es un proceso lento y una lucha constante entre intereses. No sucede lo mismo con el asunto que nos trae hoy hasta aquí. No existen vacíos legales para nuestras “estrellas”. El cambio comienza por nosotros, por todos los que consumimos y disfrutamos del deporte y el fútbol en general, y todas las personas que convivimos en sociedad. Identificar el problema es un paso importante, pero no suficiente. Debemos luchar por erradicar el problema. Poner las cartas sobre la mesa porque, creo que todos lo tenemos claro, deporte no es negocio.

Menos arrodillarnos y divinizar, y más disfrutar del deporte de un modo sano y respetuoso.

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