Miles de adolescentes se encuentran en plena época de exámenes, ahora mismo su tiempo se resume a horas de estudio, con pequeños períodos para desconectar. Se acabaron las salidas a deshoras y cancelar planes de última hora.
El tiempo ya no es tuyo, pues está esquemáticamente planificado. Cada hora, cada minuto y cada segundo se reparten entre todas las asignaturas pendientes. Todo para conseguir una cifra que te permita una pequeña libertad momentánea durante los meses de verano.
Y así, toda nuestra vida se compone de números, de cifras que tenemos que conseguir para aspirar a alcanzar algo mejor, una nueva meta.
Incluso en la infancia nos enseñan a ser competitivos, nos comparan con los más avanzados, y todo nuestro afán es intentar alcanzarlos, aún cuando nos cueste todo. Nuestras horas de juego pasan a ser más horas de estudio extraescolares para avanzar más, para ser mejor, para destacar…y así será sucesivamente hasta llegar al mercado laboral.
Y vuelta a lo mismo, ya no es suficiente con un número, ahora también hay que poseer muchos títulos, porque sin ellos, somos menos, no estamos completos.
Todos y cada uno de nosotros somos un mundo, con nuestras capacidades para aprender. Y no todos podemos destacar en las mismas cosas. Que la vida se nos va sin que nos demos cuenta, y lo que hay que tener en cuenta es la manera de vivirla.
El estudio puede ser una tarea agotadora, pero como decía Nelson Mandela: “Siempre parece imposible hasta que se hace”.
Juega, tengas la edad que tengas, que nunca nada ni nadie te quite la ilusión y el derecho a ser feliz. Sal de casa, diviértete, que al final la vida no son números, ni títulos, sino experiencias.