Hay veces en las que no puedo escribir, por eso siento impotencia. Supongo que me encuentro en este blog para hablar de problemas que pueden afectar a la juventud de hoy en día y creo sinceramente que uno de los más acusados problemas que sufren los jóvenes es el vacío. No sentirse llenos por completo, sentir que les falta algo…. Y eso es precisamente como yo me siento ahora mismo. Me enfrento a un precipicio infinito de páginas blancas y lo que antes veía como una oportunidad para expresar lo que sentía; ahora lo veo como una cárcel laberíntica en la que no puedo hallar el camino de vuelta. Siento pena, pena porque no puedo escribir como lo hacía antes; ahora ya no tengo esa facilidad de palabra con la que la gente conseguía emocionarse. Cuando era una niña, disfrutaba escribiendo historias increíbles acerca de las vidas de otras personas, personas con unos valores inmensos que siempre acababan felices formando una familia, casándose y consiguiendo el trabajo de sus sueños; pero a medida que han ido transcurriendo los años, me he dado cuenta de que las cosas no funcionan así; muy pocas personas consiguen la felicidad y plenitud en sus vidas y por supuesto, un ridículo porcentaje de la población tiene la suerte de cumplir sus sueños. Siempre quise ser escritora, quería que mis libros fueran bestseller en todo el mundo y dedicar mi vida a mis historias y mis sueños, sin embargo, ahora que me voy acercando lentamente a la etapa universitaria, me empiezan a surgir dudas. ¿Qué haces cuando el dolor puede contigo? ¿Qué haces cuando lo que antes te daba la felicidad, ahora te la quita poco a poco? A pesar de todo esto, amo escribir, lo amo porque es una sensación de plenitud, es una sensación de absoluto desahogo y no quiero que se acabe. Quiero contar algo que me pasó hace un par de semanas cuando aún estaba disfrutando con mi familia de las vacaciones de verano. Recuerdo perfectamente la brisa del mar que me invadía en aquel instante; estaba sentada en una playa de piedras blancas con el mar de frente envolviéndome por completo, miré hacia todas partes y me empampé de la belleza que estaba contemplando; de repente sentí que necesitaba plasmar todo aquello y empecé a imaginar una historia de amor, creo que son mis favoritas, una historia de amor que ocurría en un pueblo costero. Dos adolescentes se enamoraban perdidamente durante el verano… después, todo acababa, supongo que así acaban todos los romances veraniegos, en el olvido, en la desesperación y cercano al final, en el más desgarrador llanto. Cogí el cuaderno que no había abierto desde el principio de mis vacaciones y comencé a escribir, escribí una carta en la que el chico protagonista le escribía a su amada, tras muchísimos veranos sin verse. No me arrepiento de decir que soy una romántica, una romántica que quizás no está pasando por el mejor momento de su vida en cuanto a inspiración se refiere. Recuerdo que el primer poema que escribí en mi vida, fue uno en el que resumía el cuento de “Caperucita Roja” en versos octosílabos… me sentí tan orgullosa cuando lo acabé, que no podía esperar a que mi profesor lo leyera y mi espera desde luego, mereció la pena, porque a mi profesor le encantó. Tras ese poema fueron infinidad de ellos más y ahora, me da mucha pena que se hayan acabado. Disculpad que esté usando este blog para desahogarme, pero creo que este también es el objetivo de esta página, hacer que las personas que te lean, puedan llegar a sentir lo que tú sientes en un momento determinado de tu vida.
Sin embargo, no quiero que este escrito sea un valle de lágrimas, por lo que me gustaría hablar de otro problema al que los adolescentes se enfrentan a diario: ¿Y tú que quieres hacer cuando seas mayor? ¿Qué vas a estudiar en la universidad? ¿Dónde vas a ir a estudiar? Supongo que el futuro es una de esas cosas que no podemos controlar. Las personas tienden a intentar capturar, moldear y controlar su tiempo, pero lo cierto es que esto es imposible. ¿Cuántas veces hemos soltado lo primero que se nos ha pasado por la cabeza sin pensar en las consecuencias de nuestras palabras? ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de cosas que hemos hecho? “Always looking ahead” (“Siempre mirando hacia adelante.”) Una vez, alguien se refirió a mí con esta frase, por eso de que siempre me preocupo por lo que vendrá; recuerdo que aún no había acabado el colegio cuando ya estaba pensando en la universidad y a día de hoy, que estoy a un año de marcharme a estudiar fuera, me siento pletórica y extasiada, pero a la vez, presionada y agobiada. ¿Es cierto que nuestro futuro depende de la decisión que tomemos al acabar segundo de Bachillerato? ¿Es cierto que nuestro futuro depende tan solo de nosotros? No todos tienen la oportunidad de estudiar aquello que los hace felices, no todos tienen la oportunidad de trabajar de lo que quieren o simplemente, de ser felices. El futuro no es un cálculo matemático, depende de muchísimos factores. La vida es efímera, pero a la vez es difícil. El problema del futuro es algo que está a la orden del día. Conozco a muchísima gente que, estando en primero de bachiller, no tienen ni idea de lo que van a hacer con su futuro y por eso quiero escribir esto; porque los alumnos estamos sometidos a tanta presión en el instituto, que la gente teme su indecisión y esto no debería suceder. Yo tengo muy claro la carrera que quiero hacer, lo tengo claro desde que era una niña pequeña, pero no todos tienen esta suerte… Antiguamente, los padres decidían el futuro de sus hijos, y digo hijos en masculino porque a las mujeres no las dejaban estudiar. Y no deberíamos temer al futuro; quizás hay que dejar de mirar hacia delante como si lo que nos espera fuera un enemigo y pensar que la vida nos depara sorpresas maravillosas. Al final creo que todo resulta ser lo mismo: amor, amistad… y, en resumen, los valores que asumimos y que nos enseñan desde que somos pequeños. Todo se resume en lo mismo y poco a poco nos damos cuenta de que quizás hemos estado demasiado tiempo prestando atención a los pequeños detalles y estos resultan no ser tan importantes como creíamos. Pensamos que la decisión que tomamos en segundo de Bachillerato es la que definirá toda nuestra vida y no es cierto. Puedes equivocarte, como cualquier persona en este mundo, pero una vez aprendí, que todo menos la muerte tiene solución, por eso, puedes darte el lujo de equivocarte.
He de decir que, en este escrito, he hablado de temas que pueden ser difíciles de asumir, pero son ciertos. Los adolescentes a diario se ven envueltos en críticas sociales que no deberían ser aceptadas y, además, los adultos tienden a infravalorarnos, a pensar que todos son unos maleducados que no saben estar y, perdonad que os lo diga, pero no todos los adolescentes son así. Y por eso, no podemos meterlos a todos en el mismo “saquito social”. La adolescencia es un periodo difícil de nuestra existencia, sufrimos cambios que nos hacen ser las personas que seremos en el futuro, hacemos amigos que puede que permanezcan a nuestro lado cuatro meses o el resto de nuestra vida, conocemos personas que quizás sean nuestra media naranja, descubrimos quiénes somos y nuestra esencia personal, nos desarrollamos como personas y vivimos… en definitiva, vivimos nuestra vida tal y como tenemos que vivirla. Y quizás algunas personas sean más felices que otras, pero a mí me gustaría tener la oportunidad de decidir de qué forma concibo, vivo y siento la felicidad, quizás vosotros deberíais hacer lo mismo.