Acaban de pasar las navidades y, de vuelta a las clases, la pregunta que los profesores solemos hacer a los alumnos no encierra mucha originalidad, pues detrás del ¿qué tal las navidades? viene el ¿Qué te han traído los Reyes? Si la primera pregunta no ofrece mucha variedad en las respuestas, pues todos suelen decir que muy bien, a menos que haya alguna situación familiar o personal que lo impida; en la segunda pregunta hay casi unanimidad: un teléfono móvil. Y esta respuesta la obtengo igual si pregunto en segundo de Bachillerato que si la cuestión se plantea en el primer curso de la ESO, cosa que me parece tremenda y preocupante, pues nos sitúa a los docentes en una situación policíaca constante, ahora nuestro trabajo es vigilar quién usa y quién no utiliza el teléfono en horas lectivas.
Este tema no me ha empezado a preocupar ahora ¡Ojalá fuese una cosa nueva! Este tema lleva siendo centro de debate desde que el teléfono móvil se posicionara como el regalo estrella de Primera Comunión, desde entonces hasta llegar a niños con cinco años con teléfono móvil con conexión a internet y sin control, el uso y el peligro ha crecido como la pólvora, pero ¿Cómo explicamos esto a los padres? ¿Qué respuestas obtenemos en los centros educativos? ¿Qué repercusiones tiene para la formación no solo académica, sino personal del niño? Puedo seguir con los interrogantes, pero prefiero proceder a esclarecer algunos de ellos y que sea el que lee estas palabras el que juzgue y comente qué posibles soluciones pueden ponerse sobre la mesa a este problema, si es que considera que este exista.
Los docentes no estamos en contra del uso de las nuevas tecnologías, de hecho su manejo y su uso como vía de comunicación como el mundo, así como una fuente inagotable de herramientas e información; es una de las competencias clave que contempla la legislación vigente en el actual sistema educativo. Los docentes alertamos de que, aunque es el teléfono una vía de comunicación con el mundo, tenemos a nuestros jóvenes cada vez más aislados y con peores competencia s lingüística y social, pues a la vez que se comunican con personas a quien no conocen ni van a conocer; olvidan que se rodean de personas que están dispuestas a escucharlos y mantener con ellos una conversación.
La comunidad educativa observamos que a pesar de tratarse de una generación que debería ser la más preparada por la cantidad de herramientas e información que tiene a su alcance, se trata de una generación que no sabe discernir la información, no contrasta lo que lee en un periódico, un blog o ve en un vídeo; no se cuestiona la opción de la manipulación, lo cree y actúa como tal. Esta falta de actitud crítica es cada vez más preocupante y es lo que está llevando a los extremismos y fanatismos ideológicos que estamos viendo últimamente, pues tenemos una generación de jóvenes fácilmente manipulable, víctimas de esta falta de actitud crítica, unido a falta de conocimientos de Historia y escasas competencias lingüísticas y pragmáticas.
Cuando llamamos a un padre desde un centro para decirle que su hijo usa el teléfono en clase no siempre obtenemos la respuesta deseada, no siempre nos ofrecen soluciones; a veces, más de las que nos gustaría, nos dicen que los llaman a ellos ¡son cómplices de sus hijos! Cuando les advertimos que para eso hay un teléfono en secretaría donde puede llamar cuando quieran o que, si fuese necesario, el personal docente los llamaría; nos dice que ellos son los responsables, que nos ocupemos de enseñarles que de educarles se encargan ellos (fue la última respuesta que he obtenido sobre el tema). Cuando requisamos un teléfono, como no hay una normativa a nivel estatal o autonómico que regule la tenencia o uso de estos aparatos, pues nos exponemos a denuncias por apropiación indebida de una propiedad privada o, incluso, si el teléfono está encendido, violación de la intimidad de la persona (aunque no hayamos abierto el teléfono). Aunque el Proyecto Educativo del centro lo regule, necesitamos leyes, legislación que estipule qué hacer y cómo actuar al respecto.
¿Y por qué pienso yo que un teléfono no debe usarse en horario escolar? A menos que una actividad lo requiera, como la búsqueda de la biografía de un autor o el significado de una palabra en el Diccionario académico; negar estos usos es negarse al presente, es lógico aceptar que Internet y su inclusión en un dispositivo móvil agiliza el trabajo diario si se utiliza con responsabilidad y propiedad. En cambio, cuando se utiliza como distracción o como juego, no solo aísla al alumno en concreto del resto de la clase, lo aparta de su formación, se le quita el derecho al aprendizaje y se produce, poco a poco, un acercamiento al fracaso escolar, o incluso a peligros peores de los que ya se ha escrito mucho.
Que regalemos teléfonos no está mal, que sean los teléfonos de los hijos de mejor calidad que los de los padres entra en la conciencia de cada uno; que se use con responsabilidad es trabajo de todos; pero que se regule la situación solo puede ser posible si hay una legislación que a día de hoy no existe. Esperemos que uno de los muchos ministros que tiene este nuevo gobierno tenga algún hijo, nieto o sobrino en edad escolar y conozca la situación, esperemos que se legisle al respecto, de lo contrario nuestras manos están atadas y como se trata del trabajo que sustenta nuestras casas, con el fin de evitar problemas, en muchos casos, hacemos la vista gorda, lo que hace que no solo sean ya las manos, también los ojos y la boca, lo que tenemos sellados. Lo que me lleva a una pregunta ¿Qué es un maestro sin voz, ojos ni manos? Eso, eso mismo que han pensado es lo que pienso yo, no les quepa duda.